En Caibarién, Villa Clara, el joven pelotero Yordan Reyes Pérez regresó a la isla luego de representar a Cuba en el Campeonato Mundial de Béisbol U-12 en Japón. Como era de esperar, el gobierno local quiso armarle su “acto oficial” de bienvenida el pasado 12 de agosto, pero lo que debía ser un homenaje terminó pareciendo un chiste de mal gusto.
En las fotos que circularon, se ve que al muchacho le entregaron un diploma y, nada más y nada menos, un pan y lo que parecen ser dos calabacines. Sí, así mismo: al héroe deportivo que viajó al otro lado del mundo a poner en alto el nombre del béisbol cubano, lo recibieron con una jaba de comida como si fuera un premio.
El portal independiente La Tijera fue el primero en soltar la noticia, desatando un mar de comentarios en redes sociales. Muchos felicitaron al niño por su esfuerzo, pero no faltaron quienes le aconsejaron con crudeza: “mira, cuando tengas edad, deserta, porque aquí lo único que vas a ganar es hambre y diplomas de papel.” Otros fueron más irónicos: “si uno va a una panadería a buscar un trofeo, seguro te dan harina de premio.”
El “regalo” terminó siendo percibido no como un reconocimiento, sino como una burla descarada en medio de la miseria que vive Cuba. Y es que esta no es la primera vez que pasa algo parecido.
Hace poco, el boxeador Julio César La Cruz, tras ganar en París, fue recibido con pescados, pomos de refresco y una artesanía barata. Claro, él salió a justificar al régimen diciendo que “el sistema le da lo justo” para vivir, como buen vocero oficialista que es. En cambio, otros atletas como Ronnis Álvarez recibieron combos de viandas, aceite y detergente, casi como si vinieran de una shopping estatal en vez de traer medallas internacionales.
La misma historia se repite una y otra vez: atletas que sudan la camiseta por su país y al regresar no encuentran más que miseria, improvisación y propaganda vacía. La pesista Yaritza Parrado, campeona mundial de Olimpiadas Especiales, es otro ejemplo doloroso. La aplaudieron, la sacaron en todos los noticieros, pero sigue viviendo en una casita de madera que amenaza con caerse, olvidada por las mismas autoridades que se llenan la boca hablando de “glorias deportivas”.
El caso de Yordan Reyes desnuda otra vez la realidad: en Cuba, ni el talento ni el sacrificio reciben un reconocimiento digno. Lo único que reparte el régimen son diplomas, jabas de viandas y discursos huecos, mientras sigue hundiendo el deporte y a sus propios atletas en la miseria.