La caravana de migrantes conocida como “Éxodo de Justicia” sigue dando de qué hablar. Y es que un grupo de cubanos, junto a nicaragüenses, venezolanos, hondureños y salvadoreños, decidió salirse del contingente luego de aceptar la propuesta del Instituto Nacional de Migración (INM): un permiso temporal de 30 días para llegar hasta la Ciudad de México y regularizar su situación.
Este acuerdo, aunque para algunos fue un alivio, para otros despertó dudas y divisiones dentro del grupo. Porque, seamos sinceros, cuando uno ha caminado kilómetros enteros bajo sol, lluvia y cansancio, confiar en una propuesta gubernamental no es tarea fácil.
Uno de los que aceptó la oferta fue Juan Pablo Urrutia Ríos, un nicaragüense que llevaba su visa vencida. El hombre contó a la prensa que mientras descansaba en Escuintla, después de haber caminado 70 kilómetros desde Tapachula, se acercaron funcionarios del INM con la propuesta. Al final, decidió confiar y, tras esperar poco más de dos horas en la oficina de migración, salió con sus documentos en la mano. Una historia que contrasta con la incertidumbre de los que siguieron adelante.
Porque sí, aunque muchos se acogieron a este permiso, el grueso de la caravana decidió seguir caminando. Bajo la lluvia, en la oscuridad de la noche y con los pies llenos de ampollas, hombres, mujeres, ancianos y niños recorrieron otros 34 kilómetros hasta llegar a un refugio improvisado en una cancha de baloncesto. Allí los esperaban agentes del INM, la Guardia Nacional y representantes de Protección a la Infancia, intentando convencerlos de aceptar la ayuda.
El enfoque estuvo, sobre todo, en las madres con hijos pequeños. Las autoridades les pedían que no expusieran a sus niños a más peligros y que aprovecharan la oportunidad de regularizar su situación. Pero muchos desconfiaron. El recuerdo de malas experiencias y la falta de fe en las instituciones mexicanas hizo que no todos aceptaran.
Un ejemplo fue la familia ecuatoriana de la bebé Itzia Guadalupe, quienes rechazaron el ofrecimiento a pesar de que les explicaron que las multas serían condonadas y que podían tramitar sus documentos sin complicaciones. La desconfianza pudo más.
La tensión creció, y aunque algunos estaban agotados y querían parar, el grupo decidió seguir avanzando hasta la comunidad de Galeana. La preocupación de que más migrantes desertaran del movimiento terminó empujándolos a continuar, a pesar del cansancio generalizado.
Mientras todo esto ocurría, otra noticia paralela agitaba el tema migratorio: la liberación de Luis García Villagrán, activista y organizador de la caravana. Villagrán había sido detenido bajo acusaciones de tráfico de personas, pero un juez determinó que no había pruebas en su contra. A su salida, dejó claro que seguirá luchando por los derechos de los migrantes, aunque teme represalias.
Así, la caravana “Éxodo de Justicia” sigue adelante, con divisiones internas, cansancio acumulado y un panorama incierto. Pero lo que no cambia es la fuerza de miles de personas que, a pesar de todo, siguen caminando con la esperanza de un futuro mejor.