La Habana volvió a ser escenario de una tragedia vial que refleja el caos y la desidia que impera en las calles de Cuba. Este sábado, un hombre perdió la vida tras ser arrollado brutalmente por una pipa mientras viajaba en un humilde bicitaxi, según confirmaron testigos del accidente.
El hecho ocurrió en la carretera de la Universidad Tecnológica José Antonio Echeverría (CUJAE), en la zona de Varona. Testigos aseguran que el camión cisterna iba a gran velocidad y terminó embistiendo al bicitaxi, que se desplazaba tranquilamente hacia la casa de la víctima. El impacto fue tan fuerte que el vehículo pesado pasó por encima del bicitaxi, provocando la muerte inmediata del pasajero.
“Él salió por Varona a todo lo que daba, y el del bicitaxi venía por su senda para su casa… y se lo llevó en claro”, relató un testigo en redes sociales, donde los vecinos no tardaron en mostrar su consternación por lo ocurrido.
Hasta el momento, el régimen no ha dado detalles oficiales sobre las causas del accidente ni sobre posibles responsabilidades. Como suele pasar, el silencio oficial contrasta con la indignación de la comunidad, que exige mayor control vial y medidas de prevención para evitar que tragedias como esta se repitan. Pero en un país donde reina el abandono y la improvisación, la seguridad en las calles parece ser la última prioridad de las autoridades.
Este nuevo caso se suma a una larga cadena de accidentes que muestran la precariedad del transporte y la falta de infraestructura en Cuba. El mes pasado, un hombre de 69 años murió en Camagüey mientras pedaleaba un bicitaxi bajo el sol abrasador. También en la carretera Moa-Baracoa, un choque entre un ómnibus estatal y una bicicleta eléctrica dejó siete heridos, incluida una mujer en estado grave.
En Matanzas, otro ciclista perdió la vida tras ser atropellado en la Autopista Nacional, en el tramo de Jagüey Grande.
Los accidentes de tránsito en Cuba no son simples “hechos aislados”, sino la consecuencia directa del abandono estatal y del deterioro total de las vías públicas. Mientras el régimen gasta millones en represión y propaganda, los cubanos siguen arriesgando la vida en calles llenas de huecos, sin señalización y con un parque automotor obsoleto.