Un niño en Santiago de Cuba estuvo a un paso de perder la vida tras caer en un hueco profundo repleto de aguas albañales y basura acumulada. El incidente ocurrió en el distrito José Martí, cerca del edificio “13 de Agosto”, donde el menor jugaba sin imaginar el peligro que lo rodeaba.
De acuerdo con Aris Arias Batalla, funcionario del MINSAP y responsable de Operaciones y Socorro, la tragedia no pasó a mayores gracias a la rápida actuación de rescatistas que lograron sacarlo con vida. El pequeño, aterrorizado y con el miedo de haber contraído alguna infección, salió corriendo a su casa tras el susto.
Los vecinos de la zona no se sorprenden. Desde hace tiempo vienen denunciando que ese hueco, ubicado entre las calles D J y E, es una trampa mortal a cielo abierto. Allí transitan a diario niños, jóvenes y adultos, mientras las autoridades miran hacia otro lado.
La comunidad está indignada porque la historia pudo terminar en desgracia. “Los accidentes ni son tan inevitables ni tan accidentales”, advirtió Arias, reconociendo que lo ocurrido es consecuencia directa de la desidia oficial.
La realidad es que las calles de Santiago de Cuba parecen más un campo minado que una ciudad, con baches, zanjas abiertas y aguas negras corriendo libremente. Con cada aguacero o apagón, la situación se vuelve todavía más peligrosa para conductores y peatones.
En mayo pasado, otro hueco lleno de aguas pestilentes casi le cuesta la vida a dos motoristas que circulaban por la calle 6, entre Escario y Enramada, en medio de un apagón. Salieron con rasguños, pero la suerte no siempre está del lado de los cubanos que caminan o ruedan por estas calles destruidas.
Lo ocurrido con este niño es un recordatorio doloroso de cómo el abandono del régimen pone en riesgo la vida de la gente común. No es casualidad, es la consecuencia directa de un sistema incapaz de garantizar algo tan básico como la seguridad en la vía pública. Mientras los burócratas del poder se llenan la boca hablando de “tranquilidad ciudadana”, la realidad es que en Cuba salir a la calle es, cada vez más, un juego de ruleta rusa.