Una vez más, La Habana amaneció con escombros en sus calles. Esta vez el susto se lo llevaron los vecinos de San Leopoldo, en Centro Habana, cuando los balcones de un edificio en la calle Laguna 204 se desplomaron en plena madrugada. Primero cedió el del segundo piso y arrastró al del primero en caída libre.
El accidente ocurrió alrededor de las 11:00 de la noche, cuando por suerte la acera estaba vacía. Si hubiese pasado unas horas antes, con niños jugando y vecinos sentados conversando, hoy estaríamos hablando de una tragedia mayor.
Los residentes agradecen que el reloj jugara a su favor. “Esto pasó de noche, si llega a ser de día, no estaríamos contando el cuento”, dijeron algunos vecinos aún con el susto en el cuerpo.
Un video publicado por CubaNet mostró la escena: los balcones convertidos en piedras rotas tiradas en medio de la calle. Horas después del desplome, ni una autoridad había aparecido para recoger los escombros o revisar la seguridad del edificio. La imagen, más que de accidente, parecía de abandono.
Pero este no es un hecho aislado. Forma parte de una ola de derrumbes que tienen a La Habana en alerta. Solo en los últimos días ha habido desplomes en Cerro, Regla y otras zonas de Centro Habana. Y, a diferencia de este, no todos han tenido un “final feliz”.
El martes pasado, en el municipio Cerro, un derrumbe parcial dejó a dos personas hospitalizadas, una en estado grave. El lunes, en Regla, una niña de nueve años quedó atrapada con su madre bajo los escombros mientras los bomberos nunca llegaron, pese a los gritos de auxilio.
Y apenas horas antes, la peor noticia: un bebé de cinco meses murió cuando un muro colapsó y la lluvia lo arrancó de los brazos de su madre. Un golpe que estremeció a todos.
En otro caso reciente, un edificio declarado “inhabitable e irreparable” desde hace años en la calle Mercado 79, Centro Habana, sufrió el desplome de una pared. Allí quedaron atrapados un anciano y su hijo de 10 años. ¿La respuesta de las autoridades? Que los propios vecinos tumbaran lo que quedaba, porque “la entidad no tiene condiciones” para hacerlo.
Cada derrumbe es una señal de lo mismo: el gobierno sigue sin un plan real de mantenimiento o reubicación. Las lluvias y la humedad convierten a los edificios en trampas mortales, y la gente sobrevive más por suerte que por gestión oficial.
En redes sociales, la indignación explotó. “Mientras tanto se celebra el cumpleaños del culpable de todo este desastre”, escribió una usuaria, en alusión al 99 aniversario de Fidel Castro que coincidió con la cadena de desplomes.
Los habaneros lo tienen claro: los derrumbes no son accidentes, son la consecuencia directa del abandono y la desidia del Estado. Y mientras no haya soluciones reales, la ciudad seguirá cayéndose a pedazos y cobrando vidas inocentes.