La crisis del transporte en Cuba volvió a mostrar su peor cara en la madrugada de este domingo, cuando un grupo de pasajeros quedó abandonado en el parque El Curita, en La Habana, después de que el chofer de un ómnibus de la ruta P-7 decidiera cobrar 100 pesos por persona, en lugar de la tarifa oficial.
El hecho ocurrió alrededor de las 3:30 am, cuando el conductor, perteneciente al paradero de Cotorro, advirtió sin rodeos que solo subirían al ómnibus quienes aceptaran su “tarifa especial”. El resto, incluidos adultos mayores y personas que dependían del transporte estatal para llegar a sus destinos, quedaron a la intemperie en plena madrugada, sin ninguna alternativa para moverse.
Una de las afectadas, que viajaba por motivos familiares, no escondió su indignación y calificó lo sucedido como “insultante e inhumano”, recordando que se trata de un servicio público que debería respetar las tarifas establecidas. Pero en la Cuba de hoy, donde reina la corrupción y el desgobierno, los choferes convierten el transporte en un negocio personal, mientras el pueblo queda cada vez más desamparado.
Este abuso no es un hecho aislado. A finales de septiembre de 2024, otra cubana denunció en redes sociales que un chofer estatal le cobró 1,000 pesos por llevarla de Alamar a Matanzas, usando un vehículo del gobierno y combustible estatal. Una muestra más de cómo el régimen ha perdido todo control sobre un sistema que se desmorona a pedazos.
El propio gobierno reconoció en marzo el colapso del transporte público, aunque, como siempre, sin dar soluciones reales. Hoy los cubanos padecen colas interminables, guaguas abarrotadas, rutas canceladas y esperas de horas bajo el sol o en la madrugada, mientras las autoridades solo atinan a dar excusas. El año pasado, más de la mitad de las rutas provinciales quedaron paralizadas por la falta de combustible y piezas, lo que ha empujado a muchos a depender de bicicletas eléctricas u otros inventos para poder moverse.
En La Habana, la situación es crítica desde hace años. Las guaguas que aún funcionan viajan llenas hasta reventar, los horarios son un chiste y los ciudadanos están hartos de la desidia. El transporte estatal, que debería ser un derecho, se ha convertido en una lotería de maltratos, abusos y corrupción.
Por si fuera poco, en la misma madrugada del domingo otro ómnibus fue atacado con piedras en la avenida Boyeros, cerca de la Ciudad Deportiva. El hecho ocurrió a las 00:55 am y aunque no se reportaron heridos, quedó demostrado que la inseguridad en las calles de La Habana también alcanza al transporte público.
El panorama es cada vez más oscuro: un gobierno incapaz de garantizar lo básico, choferes que se aprovechan de la necesidad del pueblo y un transporte en ruinas que se ha vuelto símbolo de la miseria a la que el régimen ha condenado a los cubanos.
