En Sancti Spíritus hay una esquina que se ha convertido en símbolo de la desidia y la insalubridad en Cuba. Entre basura acumulada y una fosa desbordada que vierte aguas pestilentes, lo que debería ser un punto céntrico y transitado de la ciudad se ha transformado en un auténtico foco de contaminación que degrada la vida de los vecinos y la imagen urbana.
El microvertedero se ubica en la intersección de Carlos Roloff y Tello Sánchez, un lugar clave de la capital espirituana que hoy luce como un basurero improvisado. Allí se mezclan desechos sólidos con aguas residuales, convirtiendo la zona en un espacio imposible de ignorar por el mal olor y el deterioro que genera. El propio periódico oficial Escambray publicó un fotorreportaje donde quedó al desnudo la magnitud del problema.
Con el tiempo, los residentes de la zona han terminado por normalizar el desastre: tirar la basura en plena vía ya es parte de la rutina diaria. Y claro, cuando nadie controla y no hay alternativas de depósito ni un sistema efectivo de recogida, la indisciplina social se convierte en norma y el desorden en paisaje.
Lo más preocupante es que, a pesar de estar en pleno centro de la ciudad y a la vista de todos, las autoridades locales no han logrado —o no han querido— resolver el problema. Se habla de “legalizar” el depósito como supiadero o de incentivar denuncias contra quienes botan desechos en la vía pública, pero en la práctica, la montaña de basura sigue creciendo. Es, sin dudas, un símbolo de abandono oficial.
Y Sancti Spíritus no es la excepción. En Matanzas, vecinos denuncian que la basura “se adueña” de espacios emblemáticos como la Vía Blanca o parques frente al mar, al punto de que muchos se ven obligados a quemar desechos, con el riesgo que eso implica. En Cienfuegos, la ciudad históricamente más limpia de Cuba, también la basura ha empezado a conquistar calles y parques, sobre todo tras eventos masivos como ferias.
La Habana, por su parte, se lleva la peor parte: vertederos virales en redes sociales muestran montañas de desechos en lugares icónicos, como la calle Virtudes, junto al antiguo Teatro Musical. Allí, la basura no solo invade una esquina, sino que se extiende por cuadras enteras. Y barrios como el Vedado, Cerro y Centro Habana viven entre tanques desbordados, moscas, malos olores y miedo a enfermedades justo en vísperas de la temporada ciclónica.
La situación es tan crítica que hasta la Empresa de Vías Férreas denunció el aumento descontrolado de desechos arrojados sobre la infraestructura ferroviaria, poniendo en peligro la salud pública y la seguridad del transporte.
La basura en Cuba ya no es un simple problema de estética urbana: es una crisis de salud pública fuera de control. Y mientras el gobierno no encuentra soluciones, los ciudadanos conviven con la suciedad como si fuera parte inseparable del día a día.
