La ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, se apareció en Guantánamo para entregar un reconocimiento a la Unidad Empresarial de Base que se dedica a producir croquetas. Sí, leyó bien: un acto oficial para celebrar la “hazaña” de hacer croquetas, como si eso fuera un logro en medio de tanta miseria.
En las fotos que circularon gracias al activista Edmundo Dantes Jr. se ve la escena completa: la ministra y su comitiva metiéndose en la zona de producción sin gorros ni batas, mientras los obreros sí tenían que cumplir esas normas básicas de higiene. Es decir, la clásica doble moral del régimen: exigir disciplina a los de abajo y pasearse con impunidad los de arriba.
No es la primera vez que Díaz Velázquez intenta vender humo con este tema. En una sesión de la Asamblea Nacional dijo estar “impresionada” con la creatividad del pueblo, que ahora fabrica croquetas de plátano burro con caldo de pescado. Un “invento” obligado por la escasez, pero que el régimen trata de mostrar como un logro gastronómico.
Mientras tanto, siguen saliendo denuncias sobre la poca higiene en estos centros. El periodista Mario J. Pentón reportó el desastre en la Unidad de Empaquetamiento El Tigre, en La Lisa. Allí se producen croquetas y hamburguesas para la población, pero la directora, Yuliett Curbelo Lugo, mira para otro lado mientras la masa de croquetas se tira en el piso, se empacan productos en mal estado y hasta se reciclan croquetas podridas mezclándolas con nuevas para tapar el mal olor.
Los trabajadores, explotados y sin condiciones, comen un almuerzo de mala muerte, mientras la directora y su marido disfrutan de un menú especial. Una postal perfecta del feudalismo cubano: el pueblo en la mugre y los jefes comiendo distinto.
Y como si fuera poco, Díaz-Canel no quiso quedarse atrás en el circo propagandístico. En La Habana inauguró un “hermoso local” del Sistema de Atención a la Familia (SAF) en el Consejo Popular Rampa. Allí, según dijo un funcionario, se atiende a 50 personas vulnerables “con amor y solidaridad”. El menú es el mismo que repiten en todo el país: arroz, chícharos, croqueta y sirope aguado.
Hasta la propia ministra aplaudió este “avance”, orgullosa de que los SAF ahora sirvan directamente el refresco de sirope en vez de vender la botella concentrada. ¿El truco? Ponerle más agua para que rinda y aumentar la ganancia de la empresa, mientras los viejitos que dependen de ese programa siguen tomando un brebaje barato disfrazado de refresco.