En Cuba no todo es pelota. El pelotero Dennis Laza, conocido por su calidad en el terreno, está lidiando con un partido mucho más duro que cualquier Serie Nacional: su propia casa está inundada de aguas albañales. Así lo denunció el periodista Yassel Porto en redes sociales, mostrando fotos que hablan por sí solas.
Mientras algunos lo critican por no vestir el uniforme de Mayabeque en esta Serie Nacional, la realidad es que Laza no se ha apartado del béisbol por capricho, sino porque tiene que enfrentar un problema de vida o muerte. Y es que, ¿quién puede concentrarse en dar jonrones cuando su hogar se cae a pedazos y las cloacas lo están enfermando?
El jugador, que hoy defiende la camiseta de Industriales, sigue demostrando calidad en el terreno, con un promedio ofensivo de .556 con corredores en base y siete impulsadas en el torneo. Sin embargo, lo que salta a la vista es el contraste: un pelotero de primera, con números de estrella, pero atrapado en la miseria que el régimen le ofrece a sus atletas.
“Donde me toque jugar, siempre doy lo mejor”, dijo Laza en una entrevista reciente, recordando su paso exitoso por Artemisa y otros equipos. Y no cabe duda de que lo hace, pero fuera del estadio le toca otro juego más ingrato: sobrevivir en un país donde ni siquiera los deportistas con trayectoria tienen garantizadas condiciones mínimas de vida.
Laza debutó en Series Nacionales en la temporada 2008-2009 y ha jugado con Mayabeque, Pinar del Río, Granma e Industriales. Su promedio histórico es de .298 con 80 cuadrangulares y 459 impulsadas. Cifras de respeto. Pero esas estadísticas contrastan con su realidad diaria: un hogar rodeado de aguas negras, símbolo de un sistema que ni a sus propios atletas respeta.
El caso de Laza es un reflejo de la tragedia cubana: talento sobra, pero la gente vive al borde del colapso por la indolencia de un régimen que prefiere repetir consignas en lugar de resolver problemas básicos. Lo que pasa con este pelotero es lo mismo que sufren millones de cubanos, con o sin bata deportiva.
En definitiva, más allá de los números y las estadísticas, lo urgente es que Dennis Laza pueda resolver esta pesadilla doméstica. Porque como bien dice la gente en la calle: “la salud es primero, el béisbol puede esperar”.