Miguel Díaz-Canel Villanueva, el hijo del dictador cubano Miguel Díaz-Canel, apareció en Venezuela como parte de la comitiva enviada por La Habana para celebrar el natalicio de Fidel Castro. Y lo curioso es que no tiene cargo oficial ni pinta de funcionario: se dedica a la música, pero ahí estaba, codeándose con Nicolás Maduro y la cúpula chavista.
En el Palacio de Miraflores, Maduro lo presentó descaradamente como “Miguel Díaz-Canel hijo”, mientras Telesur lo maquillaba llamándolo “el compositor Miguel Díaz”. Las cámaras lo captaron sentado junto al tirano venezolano, rodeado de los habituales enviados del castrismo, incluyendo a Elián González, hoy convertido en diputado del circo parlamentario cubano.
El periodista independiente José Raúl Gallego no se quedó callado y lanzó la pregunta que todos se hacen: “¿Fue a cantar o fue como funcionario? Quién sabe. Lo que sí está claro es con qué dinero viajó: con el dinero de los cubanos, ese que no aparece para medicinas, ni petróleo, ni comida, pero sí para pagar los viajes de los nenes del poder y las carteras de la Machi”, en referencia a Lis Cuesta.
Y es que en la familia presidencial los privilegios sobran. La propia Lis Cuesta, que ni siquiera acepta que le digan “primera dama”, acompaña a su marido en cada tour internacional. El hijo político, Manuel Anido Cuesta, también se apunta en esas giras, mientras la gente en Cuba sobrevive entre apagones, colas eternas y un hambre que el régimen no quiere ver.
Díaz-Canel Villanueva, nacido en 1993 fruto del primer matrimonio del dictador con la dentista Marta Villanueva, lidera desde 2017 la agrupación musical D’Cuba y forma parte de la Asociación Hermanos Saíz, ese organismo controlado por el régimen para mantener entretenidos a los artistas jóvenes.
Tras las protestas históricas del 11 de julio de 2021, el muchacho mostró de qué lado estaba. Escribió en sus redes un mensaje que lo pinta de cuerpo entero: “¡Mi religión es la patria que amo! ¡Con mi presidente (mi puro) orgulloso y siempre con la frente en alto! ¡Pa’ lo que sea, pipo, pa’ lo que sea! ¡Patria o muerte!”.
Al final, la historia se repite: mientras el pueblo cubano no tiene ni pan ni aspirinas, los herederos del castrismo viajan, se dan vida de lujo y ocupan sillas en actos oficiales sin haber hecho méritos. Un retrato perfecto de la doble moral y la podredumbre de quienes gobiernan la Isla.