El exministro de Cultura y eterno vocero del castrismo, Abel Prieto, volvió a escena este fin de semana con un acto bastante peculiar: la conmemoración del centenario del Centro Espiritista Joaquina Sandoval, en La Habana.
Con una copita en la mano, Prieto se lanzó a elogiar la “fidelidad patriótica” y la “espiritualidad” de los espiritistas, asegurando que su compromiso está con la llamada Revolución Cubana. Un discurso que sonó más a propaganda reciclada que a homenaje sincero.
En sus redes sociales, el funcionario destacó la labor de la directora del centro, conocida como Bebita, y volvió a repetir el mismo libreto de siempre: solidaridad, patriotismo y resistencia como fórmula para “ayudar a Cuba en momentos difíciles”.
Lo curioso es que mientras Prieto invoca espíritus y habla de valores abstractos, el pueblo real sufre apagones de más de 30 horas, inflación galopante y una escasez insoportable.
El uso político de la fe
El discurso de Prieto no es casualidad. Desde 2018, Miguel Díaz-Canel insiste en manipular la “espiritualidad” como parte de su retórica de continuidad.
En diciembre de 2023, incluso llegó a pedir “desatar las fuerzas espirituales de la Revolución” en plena Mesa Redonda, como si los problemas de electricidad, hambre y transporte se resolvieran hablando con los muertos o prendiendo velas.
El gobernante, designado a dedo por la vieja guardia del castrismo, ha llegado a proponer “atención espiritual” para los maestros en medio de la peor crisis educativa en décadas, y no ha dudado en decir que la prosperidad de Cuba depende de la “riqueza espiritual” de sus ciudadanos, no de la economía real que está destruida.
Este mismo enfoque lo han repetido asociaciones cercanas al régimen, como el Proyecto Quisicuaba, que en 2024 prometió “salvar la revolución y el socialismo” desde su práctica espiritista. Una mezcla de religión y política que el castrismo siempre ha sabido usar para controlar y manipular.
Confundir espiritismo con espiritualidad
Prieto, en su arrebato, pareció olvidar que espiritismo y espiritualidad no son lo mismo. El primero es una doctrina de Allan Kardec que cree en la comunicación con los muertos (y que por cierto fue censurada en Cuba durante décadas). La espiritualidad, en cambio, es una experiencia más libre y personal, sin manuales ni dogmas.
Pero en la jerga oficialista todo se revuelve. No importa la precisión ni el sentido común: lo que vale es usar cualquier palabra como herramienta propagandística.
Entre rezos y consignas, el pueblo sigue en la miseria
Para Prieto, hablar de “espiritualidad” es una forma de contraponerse al “pragmatismo vulgar”. Pero la realidad es otra: los cubanos no necesitan discursos místicos, sino soluciones concretas.
Mientras el régimen habla de solidaridad espiritista y de “fuerzas invisibles”, el cubano común sobrevive en la oscuridad, con neveras vacías y salarios que no alcanzan ni para un cartón de huevos.
Al final, ese llamado a la espiritualidad no es más que otra cortina de humo. Un recurso barato para disfrazar el fracaso total de un sistema que, tras más de 60 años, ni con santos, ni con muertos, ni con rezos, ha logrado sacar al país del desastre.