Desde Matanzas llegó un grito de desesperación que refleja lo que viven miles de cubanos. Belice Blanco, creadora de contenidos, compartió en sus redes un testimonio que duele y que desnuda la crueldad de un sistema que ha condenado a la isla al atraso.
Contó que es de un antiguo central azucarero, aquel que alguna vez fue orgullo local porque le dio corriente al naciente Varadero. Hoy, ese lugar es apenas un pueblo triste, olvidado y sin futuro. Allí los apagones duran más de 30 horas, con apenas una o dos horas de electricidad en medio de una jornada infernal.
“Pasamos las noches enteras en un calor insoportable, matando mosquitos y preguntándonos qué clase de vida es esta que nos obligan a soportar”, relató.
Belice aclaró que no suele escribir sobre política, que sus publicaciones siempre giran en torno al arte, al amor y al servicio al prójimo. Pero esta vez no pudo más. “Me niego a ser cómplice del silencio que nos quieren imponer”, escribió con valentía, denunciando lo que calificó como un verdadero genocidio contra su pueblo.
La contradicción que nadie explica
Con toda la razón del mundo, preguntó cómo es posible que Matanzas, provincia donde se encuentra la termoeléctrica más grande del país, esté hundida en apagones interminables y abusivos.
“¿Cómo atiendo a mi madre anciana y enferma en medio de tanta tiniebla, cuando lo que necesita es descansar dignamente y no pasar las noches sufriendo por un poco de aire fresco y un vaso de agua fría?”, cuestionó.
La situación no solo golpea a los más vulnerables. También destruye lo poco que se logra conseguir para comer. Los alimentos se pudren en pocas horas por el calor excesivo, afectando a niños y ancianos que dependen de esas escasas raciones para sobrevivir.
Una generación obligada a irse
Entre las líneas más duras de su publicación, Belice recordó con dolor que su hijo tuvo que emigrar. Se marchó con lágrimas en los ojos, obligado a abandonar su tierra para poder ayudar a los suyos a enfrentar el infierno cotidiano en que se ha convertido Cuba.
“¡Me niego a callar! Exijo una vida digna, con los derechos humanos que nos corresponden”, concluyó.
El fracaso de un régimen que solo reparte miseria
El testimonio de Belice Blanco no es un caso aislado. Lo que denuncia ocurre en toda la isla. Los apagones son la rutina, la desesperanza se multiplica y el pueblo queda atrapado entre la oscuridad, el calor y la impotencia.
Mientras tanto, el régimen sigue culpando al “bloqueo” y escondiendo su propia incapacidad para administrar el país. La realidad es que Cuba se hunde porque la dictadura ha saqueado sus recursos y condenado a la gente a vivir sin luz, sin comida y sin futuro.