Elián González, aquel niño que alguna vez dividió a Cuba y a Estados Unidos, vuelve a ser noticia. Esta vez no por un rescate en el mar ni por un drama legal, sino por su visita a Nicolás Maduro en Caracas. ¿La ocasión? Conmemorar el natalicio de Fidel Castro, el eterno referente del castrismo, que sigue presente en la propaganda oficial aunque ya no en la vida real.
En el Palacio de Miraflores, Maduro recibió con honores al ahora diputado cubano, convertido en un símbolo del régimen desde que era apenas un niño. Lo curioso es que su historia, marcada por un naufragio y una batalla legal en los tribunales estadounidenses, sigue siendo utilizada como una pieza de ajedrez política más que como la experiencia personal de alguien que vivió una tragedia.
Recordemos: Elián tenía solo seis años cuando su madre intentó llegar a Florida en una balsa. La travesía terminó en tragedia, con el naufragio que lo dejó como único sobreviviente junto a otros migrantes. Lo que vino después fue un drama internacional: su familia materna en Miami pedía la custodia, mientras que el gobierno cubano exigía su regreso a la isla.
El caso se volvió un símbolo de la eterna confrontación Cuba–EEUU. Mientras en Miami lo defendían como un niño con derecho a quedarse en libertad, en La Habana lo levantaban como bandera de “la resistencia” frente al exilio. Finalmente, en el año 2000, la Corte Suprema de Estados Unidos decidió enviarlo de vuelta a Cuba con su padre. Allí, el castrismo lo recibió como un héroe, colocándolo en un pedestal propagandístico del que nunca más lo bajaron.
Y justo esa misma imagen es la que se repite hoy. En su encuentro con Elián, Nicolás Maduro se encargó de resaltar la “hermandad eterna” entre Cuba y Venezuela, invocando las figuras de Fidel Castro y Hugo Chávez como si fueran luces que todavía guían a sus pueblos. Con frases grandilocuentes, habló de un proyecto “histórico e indestructible”, mientras pedía unidad latinoamericana contra lo que él llama “los supremacistas del imperio gringo”.
Claro, todo esto ocurre mientras Maduro lidia con sanciones internacionales, acusaciones de narcotráfico y corrupción, y mientras su foto aparece en carteles de la DEA con una recompensa de 50 millones de dólares por su captura. Es decir, que entre discursos de “defensa de los pueblos” y homenajes a Fidel, la realidad de su propio régimen es bastante distinta.