Rancho Luna, esa joyita costera que siempre fue el orgullo de Cienfuegos, está pasando por sus horas más oscuras. Cada verano llegan miles de visitantes, no solo de la provincia, sino también de lugares cercanos como Villa Clara o Sancti Spíritus. Sin embargo, tanta afluencia, mezclada con la poca conciencia ambiental y la falta de gestión, ha convertido este paraíso en un basurero al aire libre.
Caminar por la arena ya no es lo mismo: entre conchas y restos de coral, lo que más se ven son huesos de pollo, espinas de pescado, botellas rotas, latas oxidadas, plásticos, semillas de frutas y un sinfín de desperdicios que empañan la belleza del lugar. Lo peor es que esa suciedad no se queda solo en la superficie; bajo el agua también hay restos de envases y basura que ponen en riesgo a quienes se atreven a darse un chapuzón.
El periódico 5 de Septiembre lo dijo claro: Rancho Luna “duele”. Y duele porque, aunque las autoridades se llenan la boca hablando de “enormes esfuerzos” en la venta de cervezas, comidas rápidas o artículos playeros, lo cierto es que el entorno natural se cae a pedazos. A este ritmo, el que era uno de los destinos más lindos de Cuba corre el riesgo de convertirse en un símbolo de abandono.
Lo que más indigna es que Cienfuegos siempre fue vista como la ciudad más limpia del país, pero ahora la basura parece estar ganando terreno. Ya no solo se trata de la playa, sino también de las calles, parques y hasta de los eventos masivos como la feria de La Calzada, que terminan dejando montañas de desperdicios sin recoger.
No es la primera vez que el tema se denuncia. Los propios medios oficiales han admitido que la falta de recogida, la ausencia de conciencia ciudadana y la ineficiencia de Comunales están detrás del desastre. Y si miramos más allá de Rancho Luna, el panorama es igual de desolador: en Aguada de Pasajeros, por ejemplo, el vertedero Real Campiña amenaza directamente la salud de la población.
El problema no es exclusivo de Cienfuegos. En Matanzas, las playas están invadidas de plásticos, nailon, latas y hasta electrodomésticos viejos. Desde el río Canímar hasta la playa de El Tenis, la contaminación es tan grande que pone en riesgo no solo a los bañistas, sino también a la flora y fauna. En Santiago de Cuba, un hotel histórico terminó convertido en un basurero, y en La Habana los vecinos del Vedado denuncian vertederos ilegales hasta cerca de hospitales, un verdadero peligro en plena temporada ciclónica.
La realidad es que la basura se ha convertido en un enemigo silencioso que amenaza la salud pública, la belleza natural y hasta la identidad de las ciudades cubanas. Rancho Luna, que alguna vez fue un orgullo nacional, hoy pide auxilio a gritos. La pregunta es: ¿será escuchada antes de que sea demasiado tarde?