Un nuevo memorando firmado entre el Grupo Empresarial Agroforestal (GEAF) de Artemisa y la compañía vietnamita Viet Royal promete darle uso a tierras ociosas en Alquízar, San Antonio de los Baños y San Cristóbal, donde se sembrarán soya, frijol verde, maní, malanga, papa y marañón. Pero, como casi siempre en Cuba, la mayor parte de esa producción irá directo al mercado internacional, no al plato del cubano de a pie.
El proyecto, bautizado con el rimbombante nombre de Cultivo de Plantas Industriales para Consumo, Procesamiento y Exportación, plantea la puesta en marcha de más de 2,000 hectáreas de tierras ociosas en la provincia de Artemisa. Sin embargo, la gran pregunta es: ¿qué ganan las familias que hoy sobreviven con una canasta básica cada vez más reducida y con precios que suben como cohete?
Según el acuerdo, Viet Royal pondrá la maquinaria, las semillas, los fertilizantes, los técnicos y el billete, además de encargarse de la comercialización. Por su parte, el GEAF aportará las tierras, almacenes, fábricas, combustible y mano de obra. En pocas palabras: los vietnamitas ponen la inversión y los cubanos ponen el sudor.
Las autoridades locales intentan vender el trato como “un gesto de hermandad”, sumándolo a la lista de más de 80 proyectos de cooperación extranjera que, curiosamente, nunca se traducen en más comida ni mejores precios para la gente común. Se habla de planes porcinos, de arroz con China, de frutas y hasta de flor de Jamaica que vale oro en el mercado internacional. Pero la realidad es que el pueblo no ve ni el polvo de esas exportaciones.
Mientras en Artemisa se sacan pecho con el tabaco, el mango, la miel y el chile habanero que se envían fuera, en los mercados de la isla lo que abunda son estantes vacíos y productos impagables. La contradicción es brutal: el régimen prioriza la entrada de divisas, aunque la población esté pasando hambre.
La crisis alimentaria que atraviesa Cuba es de las peores en décadas. Con una producción agrícola desplomada y sin dinero para seguir importando, los cubanos están condenados a colas interminables, precios desorbitados y platos cada vez más vacíos.
Y mientras tanto, siguen apareciendo proyectos con Vietnam. En Los Palacios, Pinar del Río, otra empresa de ese país impulsa la siembra de 1,000 hectáreas de arroz con tecnología de punta. Pero hasta esos planes tambalean: según reveló la prensa independiente, la compañía vietnamita Agri VMA llegó a escribirle a tres ministros cubanos reclamando acceso a 300 mil dólares congelados en cuentas del Banco Financiero Internacional. En buen cubano: ni los socios extranjeros se libran del desorden económico del castrismo.
Incluso el propio canciller vietnamita, Bui Thanh Son, le pidió al régimen que quite los “obstáculos” para que las empresas de su país puedan trabajar en la isla. En paralelo, La Habana anunció la creación de una empresa mixta biofarmacéutica con Vietnam, bajo la promesa de generar ingresos para producir medicamentos “para el pueblo”. Un discurso repetido que, en la práctica, pocas veces se cumple.