El régimen cubano volvió a mover sus fichas en el tablero del poder. Miguel Díaz-Canel anunció este lunes el nombramiento de Jesús Otamendiz Campos como nuevo ministro de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), en reemplazo de Marta Elena Feitó Cabrera, quien se vio obligada a renunciar tras la tormenta desatada por sus declaraciones negando la pobreza en Cuba.
La designación no fue una sorpresa: como todo en la llamada “continuidad”, la decisión pasó primero por el visto bueno del Buró Político del PCC y luego se aprobó en el Consejo de Estado. Un guion repetido, donde lo que importa no es la voluntad del pueblo, sino la obediencia al partido único.
Otamendiz, de 50 años, venía desempeñándose como vicegobernador de La Habana desde 2023. Formado en Derecho y con un doctorado en Ciencias Pedagógicas, ha pasado por distintas estructuras de poder desde sus inicios como instructor de la UJC en el municipio Cerro. Su trayectoria política se ha forjado dentro de los aparatos de control, siempre ascendiendo bajo la sombra del partido.
Su carrera estuvo marcada por cargos en el propio MTSS, donde fue director de Empleo, viceministro y más tarde viceministro primero. En 2021 pasó a ser vicegobernador de la capital, aunque siempre fue visto como la “reserva inmediata” para asumir la cartera laboral. Ahora le toca ponerse al frente de un ministerio que carga con un descrédito enorme y que arrastra el desprecio ciudadano tras el episodio protagonizado por Feitó Cabrera.
La exministra cayó en desgracia el pasado 15 de julio, después de soltar en el Parlamento que en Cuba “no existen mendigos”, y que quienes se ven en las calles eran solo “borrachos” o “fingidos pidiendo limosna”. Aquellas palabras, que reflejaban la desconexión absoluta de la élite con la realidad de la gente, generaron una indignación popular tan grande que terminó costándole el cargo.
Días después, Díaz-Canel intentó lavarse las manos criticando la falta de sensibilidad de algunos dirigentes, como si él no fuera parte del mismo aparato que alimenta esas mentiras. “Ninguno de nosotros puede actuar con soberbia”, dijo, en un discurso que sonó más a pose que a rectificación real.
Ahora el gobierno vende a Otamendiz como un “cuadro con resultados positivos” y con “liderazgo”, pero lo cierto es que la misión que tiene por delante parece imposible: gestionar un mercado laboral en ruinas, con salarios de miseria, inflación desbordada, desempleo creciente y un éxodo masivo de trabajadores que no ven futuro dentro de la isla.
La llegada de Otamendiz no cambia la esencia del problema: mientras el régimen siga aferrado al control absoluto y siga reprimiendo la iniciativa privada, cualquier ministro será solo un rostro nuevo para maquillar la misma crisis de siempre.
En la práctica, la sombra de Feitó Cabrera no desaparece con un relevo ministerial. Los cubanos saben que la pobreza, la indigencia y la desesperanza no son inventos ni “malas percepciones”, sino el resultado directo de un sistema que lleva más de seis décadas hundiendo al país.
