En Cuba, cada vez que alguien se atreve a protestar de manera pacífica, el precio suele ser alto. Y eso lo volvió a demostrar el caso del escritor Jorge Fernández Era, quien fue detenido de forma violenta cuando intentaba cumplir con su ya habitual protesta cívica mensual en el Parque Central de La Habana. Esta vez lo esposaron, lo retuvieron bajo el sol, lo metieron en un calabozo y hasta le robaron el carnet de identidad.
El humorista Ulises Toirac, conocido por su pluma afilada y su postura crítica, no tardó en pronunciarse. Defendió la valentía de Fernández Era y denunció el carácter arbitrario de la detención. Lo describió como un hombre “tozudo y valiente” que enfrenta a un poder que no tolera ni la opinión propia ni la honestidad cívica.
¿Y qué hace exactamente Fernández Era cada día 18? Sale de su casa, va al monumento a José Martí y se sienta en silencio. Nada de consignas ni alborotos. Solo explica en redes sociales por qué lo hace y luego guarda silencio. Sin embargo, hace meses que ni siquiera lo dejan llegar. Lo interceptan antes, lo golpean y lo desaparecen en patrullas.
Para colmo, Toirac relató un episodio grotesco: tras dos golpizas, un oficial llegó a pedirle al propio escritor que lo golpeara. Una muestra de la degradación moral de quienes deberían proteger derechos, no violarlos.
Desde lo legal, Toirac fue contundente: no existe base jurídica para castigar a Fernández Era. Sentarse en silencio es un acto amparado por la Constitución. Pero, como él mismo ironizó, en Cuba tenemos la única Constitución del mundo que dice que cualquier ley puede estar por encima de ella.
El propio Fernández Era narró que salió de su casa a las 2:10 pm y a las pocas cuadras ya lo esperaba un operativo con patrulla, Seguridad del Estado y hasta un teniente coronel en moto. Aunque fingieron que era un chequeo de rutina, lo arrastraron al auto, lo esposaron y lo mantuvieron seis horas y media detenido. Para resistir, cantó el himno nacional y hasta improvisó un concierto de Silvio, Pablo y Carlos Varela.
El saldo fue una herida sangrante en la muñeca, la confiscación de su carnet de identidad y una acusación por “resistencia”. Aunque no lo golpearon como en arrestos anteriores, él mismo aclaró que esta vez fue peor: fabricaron pruebas y lo sometieron a tortura psicológica y física bajo el sol.
Toirac, por su parte, cerró con un mensaje claro: cualquier acción contra Era no es otra cosa que una declaración pública de represión. Y advirtió que el poder, al reprimir a un ciudadano que protesta en silencio, demuestra su derrota moral. “Cambien la estrategia, rápido, que están perdiendo”, les dijo con ironía.
El humorista ha venido denunciando hace meses no solo el caso de Era, sino la pérdida de empatía social, el desastre energético, las leyes arbitrarias y la ostentación de los descendientes de la élite en contraste con la pobreza general. Su voz es la de muchos cubanos que ya no creen en excusas.
El caso de Jorge Fernández Era importa porque revela la esencia del problema: un Estado que responde con violencia a un gesto pacífico, y una ciudadanía que insiste en resistir aunque sea en silencio. Mientras él siga sentado cada 18 en el Parque Central, el pulso continuará. Y cada vez que lo arresten, quedará más claro para Cuba y para el mundo quiénes son los que en realidad tienen miedo.
