En Cuba, la noticia volvió a repetirse con dolorosa familiaridad: otro muchacho murió mientras cumplía el Servicio Militar Obligatorio. Esta vez fue Antonio Rassi, un joven de apenas 18 años, que falleció el 18 de agosto de 2025 en la Unidad Militar El Calvario, en La Habana, tras una autolesión. Su muerte ha dejado a familiares, amigos y a toda la comunidad en shock, mientras el gobierno, como siempre, guarda silencio.
El velorio y entierro de Antonio se realizaron este martes en la capital, rodeados de un ambiente de dolor y rabia contenida. Una vez más, las autoridades no se han responsabilizado del fallecimiento, ni han dado explicaciones claras. Y es que, lamentablemente, la lista de víctimas del Servicio Militar Obligatorio (SMO) sigue creciendo con el paso de los años.
Accidentes, enfermedades sin atender, abusos físicos y psicológicos, e incluso suicidios: las causas de muerte dentro de las unidades militares se acumulan y destapan una realidad que muchos prefieren callar. El SMO, lejos de ser un espacio de formación, se ha convertido para muchos jóvenes en una condena forzada y peligrosa.
Uno de los que más ha alzado la voz contra esta situación es Félix Alfredo González, padre de un recluta fallecido en 2021. Según su testimonio, solo entre julio y agosto de 2025 han muerto al menos siete jóvenes en medio de este servicio obligatorio. Su denuncia es clara: el gobierno cubano no se hace responsable ni ofrece reparación alguna a las familias destrozadas por estas pérdidas.
“El Gobierno hace oídos sordos”, dijo González, quien desde la muerte de su hijo se ha convertido en un símbolo de resistencia y exigencia de justicia frente a este sistema que arranca la vida de adolescentes y jóvenes sin dar la cara.
La muerte de Antonio Rassi reabre el debate sobre la vigencia del SMO, una política que se impuso en Cuba desde 1963 y que hoy, más de 60 años después, sigue cobrándose vidas. En los últimos meses incluso han sido citados muchachos con problemas de salud graves, obligándolos a servir en condiciones que ponen en riesgo su bienestar.
Un ejemplo reciente fue el de un joven de Quivicán, en Mayabeque, también de 18 años, que falleció en julio tras días de dolor y malestar físico ignorados por sus superiores. Los padres habían suplicado llevárselo a casa para atenderlo, pero las autoridades se lo impidieron. El resultado fue otra familia rota por un sistema que parece no tener límites en su indiferencia.
Padres y organizaciones independientes coinciden: el Servicio Militar Obligatorio en Cuba se ha convertido en un espacio de riesgo, maltrato y desprotección para adolescentes. La exigencia es clara: poner fin a esta práctica forzosa que convierte cada año a jóvenes cubanos en víctimas silenciosas de un sistema que no escucha.