Con colchones, muebles y hasta ollas tiradas en un pasillo de Centro Habana, varias familias pasaron la noche a la intemperie después de que un edificio se viniera abajo parcialmente en plena madrugada. Sin techo, sin rumbo y con las manos vacías, los vecinos denunciaron que las autoridades les soltaron la misma cantaleta de siempre: “no hay dónde meterlos”.
El desplome ocurrió en la calle Reina, entre Manrique y San Nicolás, y dejó a unas quince familias en la calle. Una anciana de 75 años terminó ingresada en el hospital, pero el verdadero drama empezó después, cuando las víctimas se vieron obligadas a custodiar lo poco que lograron rescatar de sus casas.
En imágenes difundidas por CubaNet se aprecia la escena: colchones en el suelo, familias velando toda la noche y cuidando que nadie les robe ni siquiera lo que les queda. Un retrato perfecto de cómo se vive en una ciudad que se cae a pedazos, mientras el régimen sigue más preocupado por pintar murales y organizar marchas que por garantizar viviendas dignas.
La indignación se dejó escuchar. Una vecina afectada soltó con rabia: “¿Por qué no nos mandan para el hotel Lincoln, que está vacío? Yo no voy pa’l campo, porque allá me muero de hambre”. Y no le falta razón: en La Habana hay hoteles fantasmas construidos para el turismo que jamás llegan a llenarse, mientras cientos de familias cubanas duermen literalmente sobre el pavimento.
El derrumbe dejó claro, otra vez, la precariedad criminal de las construcciones en la capital y la desprotección total de quienes lo pierden todo en un segundo. En vez de techo, estas familias recibieron como respuesta el frío del asfalto y el eterno silencio de un gobierno que se lava las manos.