El exmayor del Ministerio del Interior (MININT) de Cuba, Rogelio Enrique Bolufé Izquierdo, cayó preso en Miami-Dade tras ser acusado de posesión de cocaína, un caso que vuelve a destapar las sombras que rodean a quienes alguna vez formaron parte del aparato represivo de la dictadura.
Según los registros del condado, Bolufé, de 43 años, fue arrestado el 17 de agosto durante una operación antidrogas y ya fue presentado ante un tribunal, que le fijó una fianza de 2,500 dólares. Sin embargo, no ha recuperado la libertad, pues permanece bajo custodia de ICE mientras se define su situación migratoria y judicial.
El primero en dar la primicia fue el cantante urbano y activista Al Money, quien lo publicó en su cuenta de X, para luego ser confirmado por medios locales.
El hombre que estuvo al lado de Fidel
Bolufé sirvió más de 15 años en la escolta personal de Fidel Castro, llegando a presentarse como su supuesto ahijado. En 2020 llegó a Estados Unidos como “desertor”, aunque después él mismo quiso suavizar ese término.
En entrevistas concedidas tras su llegada, aseguró haber vivido en la casa del dictador por razones laborales y dijo haberse dedicado a tareas de “inteligencia y recopilación de información”. Pero sus palabras, lejos de generar confianza, dejaron más preguntas que respuestas.
Declaraciones que levantaron sospechas
En una entrevista con Jaime Bayly soltó frases contradictorias, como: “No he desertado ni desertaré, porque me siento orgulloso de lo que soy”. Y en la misma charla reconoció que en Cuba hay una dictadura y que él quería “hacer a Cuba libre”.
Para muchos en el exilio, estas declaraciones sonaron a estrategia de manual de la inteligencia cubana: un agente que juega a ser crítico mientras guarda lealtad al régimen.
Del olvido al escándalo
Tras aquella aparición inicial, Bolufé desapareció del radar político y no se sumó a ningún movimiento opositor. Su nombre se había borrado de la discusión pública hasta ahora, que vuelve a la palestra por un caso que podría costarle la deportación.
Como si fuera poco, medios oficialistas lo han incluido en listas de “terroristas buscados”, una jugada clásica del régimen para desacreditar y, al mismo tiempo, justificar futuras represalias contra quienes alguna vez formaron parte de su engranaje.
La pregunta que queda en el aire es inevitable: ¿Aceptará la dictadura su regreso para usarlo como trofeo o lo seguirá negando como hacen con tantos otros desertores incómodos?
