Hace unos meses, el gobierno cubano sacó pecho y anunció a bombo y platillo que en el segundo semestre de 2025 llegaría una “nueva tasa de cambio flotante”. El encargado de dar la noticia fue el mismísimo primer ministro, Manuel Marrero Cruz, ante el parlamento. Según él, ya se habían dado los primeros pasos para ponerla en marcha. Pero la verdad es que, hasta hoy, lo único que flota es la incertidumbre.
La realidad en la calle es otra muy distinta: el peso cubano sigue en caída libre frente al dólar, y cada día los bolsillos del cubano de a pie se sienten más vacíos. Comer, vestirse o simplemente sobrevivir es cada vez más cuesta arriba, y mientras tanto la promesa del nuevo tipo de cambio sigue sin fecha exacta.
El economista Juan Triana Cordoví no se anda con rodeos y ha dicho claro que este movimiento es “crucial” para intentar parar la debacle económica. En sus palabras, lo que Cuba necesita de manera urgente es un mercado cambiario transparente, donde las reglas estén claras tanto para las familias como para las empresas y el propio Estado. Dicho en buen cubano: sin un sistema realista, no hay arreglo que valga.
Su advertencia suena fuerte: “Mientras más demoremos, más alto será el costo económico, social y político”. Y es que, si miramos los hechos, no hace falta ser economista para verlo: el peso cubano pierde valor a un ritmo que asusta.
En el mercado informal ya se habla de más de 400 pesos por un solo dólar, una cifra que refleja lo desconectada que está la tasa oficial de la realidad de la calle. La brecha crece sin freno, y el cubano sigue siendo el gran perdedor de este juego.
Por si fuera poco, las estimaciones de la CEPAL pintan un panorama sombrío: se espera que el PIB cubano caiga un -1,5% en 2025, peor que en 2024 y solo superado en la región por Haití. Con ese escenario, los especialistas insisten en lo mismo: la reforma cambiaria no puede seguir durmiendo el sueño eterno.
El propio ministro de Economía reconoció que el “segundo semestre será desafiante”. Traducción: la cosa viene dura y no es un simple cambio técnico, sino una jugada política que definirá el rumbo del país.
Mientras tanto, el pueblo sigue esperando. Cada día de demora significa más angustia para millones de cubanos que ven cómo el salario se les convierte en sal y agua. La tasa de cambio no es solo un numerito en una pizarra: es la llave que puede abrir la puerta a un poco de estabilidad… o condenarnos a seguir en caída libre.