En Cuba, llegar a la vejez se ha convertido en un acto de resistencia. Así lo demuestra el proyecto humanitario Aliento de Vida, que cumple una década ayudando a ancianos habaneros a sobrellevar la miseria del sistema. En su más reciente iniciativa, compartieron los deseos de varios abuelos que, lejos de pedir lujos, sueñan con algo tan básico como poder tomarse una malta con leche o probar un helado, caprichos que hoy son inalcanzables con una pensión cubana.
El coordinador del proyecto, Yankiel Fernández, lo dijo sin rodeos en su perfil de Facebook: “Aquí es así, o se dan un gusto o se quedan el resto del mes a la merced de Dios”. Una frase que resume la crudeza de un país donde la jubilación no alcanza ni para sobrevivir.
La publicación incluyó cuentas bancarias en CUP y MLC, además de una vía por Zelle en Estados Unidos, para que quienes deseen ayudar puedan hacerlo. Y la respuesta fue inmediata: muchos usuarios se ofrecieron a colaborar al ver las fotos de estos abuelos, cuyos deseos dejan al descubierto la miseria cotidiana que el régimen intenta tapar.
La realidad es estremecedora: en Cuba, llegar a viejo significa que un simple dulce se convierta en un lujo prohibido. La imagen de ancianos hurgando en la basura en busca de comida es cada vez más común, mientras las autoridades se llenan la boca hablando de “protección social” y “mejoras económicas”.
Hace poco, un reportaje del diario oficialista Girón, en Matanzas, expuso sin querer la pobreza en la que malviven miles de jubilados que, tras décadas de trabajo, terminan mendigando para poder comer. También creadores de contenido como Sheyla, desde Matanzas, y el youtuber Iván Valdés Permuy (Listillo Cubano) han mostrado con videos que una pensión de 1,500 CUP —unos tres dólares al cambio informal— no alcanza ni para medio día de comida.
La historia de Orlando Regueiro Castellano, un anciano de 83 años de Ciego de Ávila, es solo un ejemplo. Este hombre confesó que sale a las calles a pedir “un pedacito de pan”, porque no tiene otra opción para sobrevivir.
Mientras tanto, el régimen intenta maquillar la crisis anunciando un aumento de pensiones a partir del 1 de septiembre. Según la Resolución 14/2025, la pensión mínima quedará en poco más de 3,000 CUP y la máxima en 4,000. Pero, con una inflación desbocada y precios de locura, esas cifras siguen siendo pura miseria.
Datos oficiales revelan que el 39 % de los jubilados apenas recibe 1,528 CUP al mes. Sin familiares en el extranjero que les manden dólares, dependen de una libreta de abastecimiento que ofrece productos escasos, racionados y que, cuando llegan, no alcanzan para nada.
La causa de todo este desastre tiene nombre: un régimen incapaz de garantizar lo básico, que hundió al país en una crisis brutal tras el fallido “ordenamiento monetario”, dejando a millones de cubanos atrapados entre colas, apagones y hambre.
En Cuba, envejecer se ha vuelto una condena, y la realidad es que ningún aumento maquillado podrá tapar la profunda injusticia social que se vive en la isla.