Lisandra Maceo García, una joven madre guantanamera de apenas 26 años, perdió la vida este sábado tras pasar tres meses en estado vegetativo. Todo comenzó después de complicaciones en su último parto, que la llevaron a sufrir un paro respiratorio de 35 minutos, dejándole daños cerebrales irreversibles.
Desde entonces, Lisandra sobrevivía gracias a una traqueotomía y a una sonda gástrica, pero nunca pudo volver a su hogar. ¿La razón? Vivía en condiciones extremas: una casa de madera con piso de tierra, donde el peligro de infecciones era constante. En vez de recibir el apoyo de un sistema de salud digno, tuvo que depender de la solidaridad de vecinos y familiares para sobrevivir.
A pesar de los esfuerzos, campañas y donaciones, la realidad se impuso. Lisandra falleció dejando a dos hijos pequeños, uno de ellos un bebé de apenas tres meses, ahora bajo el cuidado de su abuela.
La noticia fue confirmada por el activista Ernesto Pérez Rodríguez, quien denunció en redes sociales que la comunidad había logrado reunir 1,830 dólares para comprar una vivienda a los niños. “Que esa madre pueda descansar en paz desde el cielo”, expresó, resaltando la respuesta de la diáspora cubana, que volvió a demostrar que la ayuda real no viene del régimen, sino del pueblo.
Este caso vuelve a poner sobre la mesa la crudeza del sistema cubano: hospitales sin recursos, viviendas insalubres y un Estado incapaz de garantizar lo más básico a sus ciudadanos. Mientras el régimen presume de sus supuestos logros en salud, madres como Lisandra mueren atrapadas en la miseria, dejando a sus hijos a merced de la incertidumbre.