En Cuba ya nada debería sorprendernos, pero resulta que todavía hay quien se asombra al ver la realidad en ruinas. Eso fue lo que le pasó a un periodista de la prensa oficialista que, después de visitar el Zoológico de 26 y el famoso Parque de los Dinosaurios en La Habana, quedó “impactado” al descubrir lo que millones de cubanos ven todos los días: abandono, hierbas hasta la cintura y un ambiente de tristeza que no se tapa ni con las risas de los niños.
Parques que parecen escenarios de una película de terror
El reportero, Yuniel Labacena Romero, contó en Juventud Rebelde que llevó a sus hijos a esos espacios de recreación y lo que encontró fue un panorama desolador: aparatos oxidados, jaulas vacías, pintura descascarada, y hasta hierba crecida “hasta el pecho”. Lo curioso es que para él esto fue una sorpresa, cuando la mayoría de los cubanos ya perdieron la capacidad de asombro con tanto deterioro.
Dinosaurios mudos y árboles que ya no hablan
En su artículo, el periodista lamentó que esos parques, pensados sobre todo para niños y adolescentes, han perdido todo su encanto. Los dinosaurios que antes rugían ahora parecen fósiles de plástico olvidados, y los árboles que debían emitir sonidos solo reflejan silencio y abandono. En otras palabras, todo parece víctima de un cataclismo, pero no natural, sino del mismo descuido que se extiende por toda la isla.
Sin ofertas, sin calidad y con precios por las nubes
Más allá de lo visual, Labacena también se quejó de la falta de opciones de consumo en los parques. Señaló que los privados dominan con precios desorbitados y sin garantías de calidad, mientras el Estado parece ausente. Eso sí, en lugar de apuntar directamente al Gobierno, el periodista prefirió culpar a la falta de articulación entre los actores estatales y privados. Como quien dice: la culpa es de todos y de nadie.
El embargo como comodín
Por supuesto, no podía faltar la mención al embargo estadounidense como explicación de la falta de inversiones. Aunque, al mismo tiempo, reconoció que eso no justifica el abandono ni la negligencia en el cuidado de estos espacios. Una contradicción que ya resulta costumbre en el discurso oficial.
Cuando la sorpresa llega demasiado tarde
Lo cierto es que el “descubrimiento” del periodista generó más risas que indignación entre los lectores. Porque si algo sobra en Cuba es experiencia en convivir con parques destruidos, hospitales sin insumos, apagones interminables y un transporte público en ruinas. Los dinosaurios mudos y las jaulas vacías no sorprenden: son parte de la rutina diaria.
Al final, lo que para él fue un hallazgo asombroso, para la gente de a pie es solo la confirmación de que en Cuba lo que antes fue noticia, hoy es costumbre. La ruina ya no impacta… se normalizó.