Cuando se habla de migración, casi siempre se piensa en papeles, leyes y trámites interminables. Pero detrás de cada expediente hay personas reales, con familias y sentimientos a flor de piel. Ese es el caso de Vivian Limonta, una madre cubana deportada en 2024 que, después de un año de angustia, volvió a abrazar a su hijo en un reencuentro que ha conmovido a muchos.
El niño, de apenas cuatro años y diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención (ADHD), viajó desde Estados Unidos hasta Cuba para ver a su madre. En un video difundido por Telemundo 51 se capta el momento exacto en que se funden en un abrazo que lo dice todo: amor, ausencia, dolor y esperanza, todo condensado en segundos.
Ese abrazo no solo muestra la fuerza de un vínculo irrompible, sino también la otra cara de la moneda: la dureza de un sistema migratorio que mantiene a esta familia dividida. Mientras Vivian permanece en Cuba, su esposo —ciudadano estadounidense— y su hijo continúan viviendo en Miami, luchando con la ausencia de la madre.
¿Puede una madre deportada regresar a EE.UU.?
Aunque el panorama parece sombrío, la historia de Vivian no está completamente cerrada. Según explicó la abogada de inmigración Gladys Carradeguas, existen mecanismos legales que permiten que una persona deportada pueda volver antes de que se cumpla el tiempo de castigo impuesto por las famosas “barras de inadmisibilidad”.
Estas “barras” funcionan como sanciones:
- 3 años si estuviste ilegal menos de un año.
- 10 años si sobrepasaste ese tiempo.
- Permanente si volviste a entrar ilegalmente tras una deportación.
- Además, hay sanciones de 5 o 20 años por fraude o expulsiones previas.
Pero también existen perdones migratorios como el I-212 (perdón por deportación) o el I-601 (perdón por inadmisibilidad) que podrían darle una segunda oportunidad. Todo dependerá de demostrar que su esposo e hijo sufrirían un “daño extremo” al mantenerla fuera.
La deportación que cambió todo
El 27 de agosto de 2024, la vida de Vivian dio un giro inesperado. Acudió como cada mes a firmar en la oficina de inmigración en Miramar, pero ese día salió esposada rumbo al centro de detención de Broward. Un mes después, fue deportada a Cuba, dejando atrás cuatro años de vida en Estados Unidos y, lo más doloroso, a su hijo pequeño.
El golpe fue durísimo para toda la familia. Su esposo, Osmani Pérez, se quedó solo al cuidado del niño: “Yo puedo hacer todo lo posible como padre, pero el cariño de madre no se sustituye”, confesó en 2024. Y no es para menos, porque el niño necesita atención especial que hasta ahora recae únicamente en él.
Una familia rota que pide justicia
Desde La Habana, Vivian no ha dejado de pedir una segunda oportunidad. “No es justo lo que está pasando, no es justo que separen a las madres de sus hijos”, clamó públicamente, pidiendo a ICE que mire los casos con humanidad y no solo con frialdad legal.
El reencuentro de madre e hijo en Cuba fue un bálsamo para ambos, pero la herida sigue abierta: la familia sigue dividida por una frontera y un sistema que tarda demasiado en reconocer los daños irreparables que provoca.
La pregunta que queda en el aire es clara: ¿podrá Vivian regresar a EE.UU. algún día y rehacer su vida junto a su esposo e hijo? De momento, lo único seguro es que su abrazo con su niño ha dejado una imagen que ningún muro ni papel oficial podrá borrar.