Lo que debía ser una simple caminata nocturna terminó en pesadilla para un vecino de Guanabacoa. El pasado sábado, un hombre de 54 años cayó en un hueco de casi tres metros de profundidad que había sido abierto y abandonado —sin la más mínima señalización— por la empresa estatal Aguas de La Habana, justo al lado de la famosa Rotonda de la Shell.
La víctima, identificada como Colliro Ichi Jiménez, caminaba cerca de las 10 de la noche por la zona, en medio de la oscuridad, cuando el borde del agujero cedió y lo tragó literalmente la tierra. Fueron los propios vecinos quienes dieron la alarma y llamaron a los bomberos del Comando de Regla, que llegaron al rescate y lograron sacarlo con vida.
Las imágenes compartidas en Facebook por la página La Tijera muestran claramente el cráter sin cintas, barreras ni nada que advirtiera del peligro. Y claro, los comentarios de indignación no se hicieron esperar: para los residentes, este accidente no es más que otro ejemplo de la negligencia institucional que los ciudadanos vienen sufriendo desde hace años.
Pero si la falta de señalización fue grave, lo que vino después rozó lo inhumano. Aunque se pidió asistencia médica, la ambulancia nunca llegó. Un paramédico de los propios bomberos tuvo que canalizar una vena y colocarle un suero al herido para estabilizarlo, improvisando en plena calle. Cuando finalmente lo trasladaron al policlínico más cercano, el personal se negó inicialmente a atenderlo porque no había llegado en ambulancia. Increíble, pero cierto.
Tras varias horas de tensión, finalmente lo admitieron y confirmaron el diagnóstico: dislocación de cadera y fractura en la cabeza. Para colmo, algunos chismosos quisieron culpar al hombre diciendo que estaba ebrio, pero un familiar salió a desmentirlo de inmediato: “Es mi tío y no estaba borracho; el borde se desbarató y resbaló en esa parte que es muy oscura”.
Este accidente volvió a encender las críticas contra Aguas de La Habana y el sistema de salud, dos instituciones que deberían proteger a los ciudadanos y, sin embargo, terminaron exponiéndolos aún más. Lo más alarmante es que no se trata de un caso aislado.
En los últimos años, la empresa ha acumulado un historial de desastres: en mayo de 2023 un anciano con discapacidad visual cayó en otro hueco en La Habana Vieja; meses después una camioneta quedó atrapada en un cráter similar; y en agosto de 2024, unas obras inconclusas causaron un accidente mayor en la capital. Y la lista sigue: en 2022, tanto camiones como autos particulares terminaron dentro de zanjas sin protección, convertidas en trampas mortales en plena vía pública.
Lo que se repite es el mismo patrón: obras abiertas, sin señalización, sin protección y con consecuencias que pagan los ciudadanos. Para muchos habaneros, estas negligencias de Aguas de La Habana ya dejaron de ser excepciones y pasaron a ser la norma. Y mientras no se tomen medidas serias, cada hueco en la calle seguirá siendo una amenaza latente para peatones y conductores.