En la comunidad rural de Jamaica, municipio Manuel Tames en Guantánamo, la tragedia golpeó fuerte el pasado fin de semana. Una madre y su hija adolescente perdieron la vida tras ser arrolladas por un auto que se subió a la acera, destrozando a toda una familia que caminaba junta. Las víctimas fueron identificadas como Yaislin Llorente Matos y su hija de 17 años, Eliesny Durán Llorente.
El accidente dejó también a tres heridos: el padrastro de la joven, su hermanita menor y una sobrina de la mujer fallecida. Según confirmó en redes el periodista independiente Miguel Reyes Mendoza, la situación de la pequeña que permanece hospitalizada es delicada, al punto de pedir donaciones de insumos médicos básicos como “mercurio y toallitas húmedas”. Así de precario está el sistema de salud cubano, incapaz de responder siquiera en medio de una tragedia.
El vehículo implicado, que terminó completamente destrozado, era conducido por Eduardo Laborde, un joven que, de acuerdo con las denuncias de familiares y testigos, iba borracho, sin licencia y manejando con total irresponsabilidad. La versión coincide en que se montó en la acera y acabó con la vida de las dos mujeres frente a los ojos de sus seres queridos.
Mientras en las redes sociales algunos intentaron justificar al chofer, alegando que “no es un mal muchacho” o que “no estaba ebrio”, lo cierto es que este tipo de tragedias son el resultado de un Estado fallido donde reina la impunidad y la irresponsabilidad es la norma. Que un joven conduzca sin licencia no es excepción, sino regla: en Cuba, como bien dicen muchos, la mayoría de los choferes circulan sin papeles porque las autoridades miran para otro lado.
Los comentarios en defensa del responsable buscan suavizar la magnitud del crimen, diciendo que fue “mala suerte” o que “nadie quiere matar a alguien”. Sin embargo, la verdad es que dos vidas se apagaron de golpe, y la familia quedó marcada por siempre. La mayoría de los cubanos que reaccionaron al hecho piden justicia real, aunque en la isla la justicia casi nunca llega cuando los culpables tienen conexiones o cuando el régimen prefiere callar la verdad.
Los cuerpos de madre e hija fueron velados en Zabala, en el municipio natal de Sagua de Tánamo, provincia de Holguín. Un pueblo entero acompañó el dolor de esta familia, consciente de que mañana podría ser cualquiera, porque la desidia oficial y la falta de control convierten las calles de Cuba en una trampa mortal.