El gobierno de Panamá volvió a ponerle candado al camino de los cubanos que viajan con escala en el istmo. Esta vez decidió extender hasta julio de 2026 la exigencia de visa de tránsito, un requisito que desde hace casi tres años se ha convertido en otro dolor de cabeza para quienes intentan salir de la isla rumbo a terceros países.
El Decreto Ejecutivo No. 22, firmado por el presidente José Raúl Mulino y publicado en la Gaceta Oficial, deja claro que todo pasajero o tripulante cubano seguirá obligado a tramitar este visado para cruzar por territorio panameño. En la práctica, no hay cambio alguno: se prorroga lo que ya se venía aplicando desde diciembre de 2022, cuando Panamá decidió cerrarle más puertas a los cubanos.
El régimen panameño justifica la medida con la clásica muletilla de “mantener un control ordenado y seguro” de los flujos migratorios. Pero lo cierto es que esta decisión golpea directamente a miles de familias cubanas que usan Panamá como punto de tránsito para llegar a otros destinos. El viaje se vuelve más caro, más lento y mucho más incierto.
Para colmo, el propio Consulado de Panamá en La Habana ha tenido que advertir sobre la ola de estafas que rodea el proceso. Abogados, supuestos gestores y hasta agencias fantasmas prometen citas y soluciones rápidas, pero la realidad es que muchos cubanos terminan botando el dinero sin recibir respuestas. La desesperación es tal, que se ha creado un negocio paralelo a costa de la necesidad del pueblo.
Una cubana radicada en Panamá lo resumió con claridad: “Trabajo con abogado idóneo y desde el año pasado tengo citas pendientes. Cada mes reactiva el trámite, pero en Migración hacen lo que quieren. Lo único que dicen es: ‘esperen el proceso’”. Ese “esperen” se ha convertido en el muro invisible que retiene a miles.
Desde el 2022, los cubanos cargan con este obstáculo que, aunque contempla excepciones para quienes tengan visas de Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea o residencias en otros países, deja a la gran mayoría atrapada en un círculo vicioso de trámites y trabas burocráticas.
Ahora, con esta nueva prórroga, se confirma lo que muchos temían: el camino para salir de Cuba sigue lleno de obstáculos artificiales, creados no solo por el régimen castrista, sino también por gobiernos que prefieren cerrar fronteras antes que enfrentar la raíz del problema: la dictadura que empuja a su gente a emigrar masivamente.
Panamá, que durante años fue visto como una escala segura, se convierte así en otro laberinto que los cubanos deben sortear, cargando con la incertidumbre, los gastos extra y la eterna sombra de las estafas. Una vez más, el pueblo queda en medio de las jugadas políticas, pagando las consecuencias de un sistema que los condena a vivir con maletas listas.