Miguel Díaz-Canel volvió a salir en la prensa oficial este martes, esta vez desde Las Tunas, donde apareció entre bandejas de croquetas y hamburguesas de pescado en la empresa estatal Pescatun. Según el libreto propagandístico, la industria anda viento en popa con más de 70 toneladas de producción al mes y un supuesto “sobrecumplimiento” de 42 toneladas en lo que va de año.
La escena fue presentada como un logro del socialismo, pero la realidad es otra. Mientras el régimen alardea de croquetas, los tuneros siguen atrapados en una crisis profunda: apagones, agua contaminada y barrios abandonados. Como siempre, las cámaras del noticiero solo mostraron la parte “bonita”, ocultando el desastre que vive la mayoría.
El propio mandatario dijo interesarse por los salarios de los obreros y por el destino de la producción, una parte para exportar y otra para consumo interno. Pero la gente en la calle reaccionó con furia en redes sociales. Varios usuarios criticaron que solo lo llevaran a sitios maquillados, sin tocar las verdaderas llagas de la provincia.
“Qué lástima, lo guían por lo que está pintadito y no ve lo que se cae en pedazos. En el hospital seguro lo llevaron a la sala nueva, no al laboratorio que está en ruinas”, comentó una vecina indignada. Otro internauta pidió que el gobernante bajara del carro oficial y caminara por los barrios donde la miseria no se esconde. “Los problemas de la gente no se resuelven mirando lo que ya arreglaron, sino enfrentando lo que sigue mal”, escribió.
La rabia ciudadana se dejó sentir aún más cuando salieron denuncias sobre niños tomando agua de pozos contaminados, fosas desbordadas y cortes eléctricos eternos en municipios como Amancio. “Con razón había corriente en la visita… en mi pueblo nunca es así. En fin, la hipocresía”, ironizó un tunero.
No es la primera vez que Díaz-Canel recorre Las Tunas en lo que va de año. En abril se paseó por Jobabo y Colombia, donde incluso tuvo que reconocer problemas de corrupción, narcotráfico, falta de agua, descontrol con la bancarización y hasta fallos en los contratos estatales. Aun así, pidió a los locales que no se dejaran “abrumar” por las dificultades, mientras las comunidades seguían sin agua a pesar de tener paneles solares recién instalados.
La prensa oficial, fiel a su guion, volvió a destacar tonterías como que en un asilo “la comida estaba bastante buena” o que en un politécnico “había de todo”. Ese contraste entre la propaganda y la vida real es lo que más indigna: el régimen muestra croquetas, pero la gente vive hambre, miseria y abandono.
