En Cuba ya nada sorprende, pero cada vez que el dólar da un salto en el mercado informal, el bolsillo del cubano tiembla. En Holguín, por ejemplo, la gente anda con los nervios de punta. “Mientras más sube el dólar, más se dispara todo. Ya nos viramos completos pa’l verde y lo peor no es lo que ha subido, sino lo que todavía falta”, dice Pedro Zamora, un vecino que refleja lo que sienten miles.
La noticia corrió como pólvora: el dólar alcanzó los 410 pesos cubanos en la calle. Da igual si lo buscas en Telegram, en Facebook o en los corredores habituales del mercado informal, el precio es el mismo… y cada día parece tener hambre de más.
Pero la cosa no se queda en titulares. Pablo, un emprendedor al frente de una mipyme, lo explica sin rodeos: “El Gobierno nos obliga a vender en pesos, pero para importar necesitamos dólares. Y como no hay divisas oficiales, tenemos que ir a la calle a comprarlas. Claro, si el dólar sube, nosotros también subimos los precios. No queda de otra”. En pocas palabras: un círculo vicioso del que nadie sale bien parado.
Ese efecto dominó hace que productos tan básicos como el aceite vegetal parezcan artículos de lujo. Ricardo Cruz, otro holguinero, lo resume: “Si el dólar está a 410, el pomo de aceite te lo venden como si fuera oro líquido. Y lo mismo pasa con cualquier cosa que venga de afuera”.
Pero ojo, no se trata solo de importados. Hasta las viandas del agro sienten la presión del dólar. Luis Toledo, desde el reparto Nuevo Holguín, cuenta que los carretilleros suben precios porque ellos también necesitan comprar arroz, aseo y comida en las mipymes… y esas tiendas solo funcionan en divisas. Resultado: hasta una yuca se convierte en lujo.
El Gobierno, mientras tanto, saca medidas como la “tasa de cambio flotante” para supuestamente “corregir distorsiones”. Pero los economistas no se comen el cuento. Pavel Vidal, ex del Banco Central, asegura que en medio de la crisis y sin reservas internacionales, esa idea es impracticable. Otro especialista, Omar Everleny, va más allá y la tacha de “cortoplacista”, afirmando que solo engordará aún más al mercado informal.
Miguel Alejandro Hayes pone el dedo en la llaga: el problema es estructural. El Gobierno no tiene dólares para ofrecer de manera oficial y mientras eso no cambie, la tasa seguirá disparada. Y lo peor, dicen los expertos, es que la propia estrategia oficial apunta a una dolarización que divide a los cubanos en dos bandos: los que tienen acceso al dólar y los que no.
En Holguín ya casi todas las tiendas estatales venden únicamente en divisas. Y aquí aparece la mayor contradicción: a los trabajadores de esas tiendas les pagan en pesos cubanos, apenas 2.500 o 3.000. “Es un abuso, porque saben que la gente va a buscar dólares como sea, pero no pagan en esa moneda. Eso es maldad”, opina indignado Luis Ferrera.
Desde fuera también llueven diagnósticos. El profesor Steve Hanke, de la Universidad Johns Hopkins, habla de una “espiral de muerte económica” con una caída brutal del peso cubano: 77% en un año. Y para rematar, Vidal recuerda que el peso está sobrevaluado, lo que distorsiona todo y alimenta la inflación.
Entre la dolarización desordenada, la devaluación y experimentos fallidos como la Tarea Ordenamiento, muchos sienten que no hay salida. “De este bache no vamos a salir nunca”, se lamenta Yania Batista, expresando en voz alta lo que buena parte de Cuba piensa en silencio.
