La noticia que sacude hoy a Guantánamo es la confirmación de un brote de hepatitis en la Brigada de la Frontera, particularmente en el Batallón del Este, donde los soldados son muchachos recién salidos de la adolescencia. Según denuncias independientes, el régimen intenta tapar la situación con un manto de silencio, mientras la enfermedad corre libremente entre los reclutas.
El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada compartió en sus redes sociales los testimonios de familiares que, desesperados, buscan información sobre el estado de salud de sus hijos. Sin embargo, lo único que reciben son excusas y palabras vacías de los mandos militares. Los jóvenes, en cambio, cuentan una historia bien distinta: el virus avanza dentro del destacamento y no existen protocolos reales para detenerlo.
Este caso desnuda una vez más la precaria situación sanitaria en los campamentos militares cubanos y la manera en que las autoridades prefieren esconder la verdad antes que proteger la vida de sus propios soldados. La incertidumbre de las familias se multiplica, porque sus hijos, muchachos obligados al servicio militar, están expuestos en un ambiente donde reina el secretismo y el abandono.
Mientras tanto, el Ministerio de Salud Pública trató de maquillar el tema, admitiendo apenas un “discreto incremento” de casos de hepatitis A en el país. La realidad es que esta enfermedad viral, que se transmite por agua y alimentos contaminados, se expande con facilidad en un entorno donde el agua potable escasea, la higiene brilla por su ausencia y los problemas de saneamiento son crónicos.
El propio doctor Francisco Durán, en su eterno papel de vocero oficialista, recomendó hervir el agua y usar pastillas de cloro, como si los cubanos tuvieran acceso garantizado a esos recursos. La contradicción es evidente: el régimen aconseja medidas que la mayoría de la población no puede cumplir porque el Estado mismo ha destruido el sistema de abasto y la infraestructura sanitaria.
No es casualidad que la Embajada de Estados Unidos en La Habana lanzara una alerta a sus ciudadanos, advirtiendo sobre el alto riesgo de contagio de hepatitis A en la isla. Esta nueva advertencia se suma a las ya emitidas por los brotes de dengue, chikungunya y oropouche, enfermedades que se multiplican en medio de la basura sin recoger, el mal olor y los mosquitos que se han adueñado de pueblos y ciudades cubanas.
La indignación crece entre los vecinos que denuncian vivir rodeados de desechos, olores nauseabundos y el temor constante de enfermarse. Sin embargo, el Estado sigue ausente, sin soluciones reales, dejando que los problemas se acumulen igual que la basura en cada esquina del país.
Ya en diciembre de 2024 el propio Minsap había reconocido un aumento de casos de hepatitis, pero la respuesta fue la misma de siempre: minimizar, esconder y maquillar cifras. Hoy, con jóvenes soldados en riesgo, queda claro que la salud en Cuba no es prioridad para el régimen, sino un tema que manejan con propaganda y silencio, aunque cueste vidas.