¿Sabías que en Cuba los trenes necesitan más que combustible y rieles para salir? Pues resulta que, antes de que un conductor se suba a la locomotora, hay alguien que debe dar el visto bueno… ¡un médico de terapia intensiva! Sí, así como lo lees: los trenes no pasan por consulta, pero sus tripulaciones sí. Y viendo el estado de algunos vagones, tampoco sería mala idea que los revisara un doctor.
El encargado de esta tarea en la estación La Coubre, en La Habana, es Carlos Manuel Echavarría Silva, un especialista en terapia intensiva que, en lugar de un quirófano, tiene por misión evitar que un tren parta con un maquinista en malas condiciones. Su rol es clave: asegurarse de que la tripulación esté lista física y mentalmente para enfrentar horas de viaje por las desgastadas líneas férreas del país.
“Mi trabajo aquí es hacer el chequeo preventivo antes de cada salida. No puede haber alcohol, la tensión debe estar controlada y, en resumen, el conductor tiene que estar apto física y mentalmente”, explicó el médico en una publicación compartida por el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila.
Carlos no está solo en esta labor: trabaja junto a otros tres colegas en turnos maratónicos de 24 horas. Y no es un trámite cualquiera. Si un tripulante llega con la presión arterial por las nubes, automáticamente queda fuera de servicio y otro debe asumir la responsabilidad. Mejor prevenir un accidente que lamentar una tragedia.
Para este médico, su trabajo puede parecer silencioso, pero es vital: “Evitas situaciones caóticas que pueden producirse por enfermedades”. Después de años en terapia intensiva, sabe que cada decisión suya puede significar salvar vidas, aunque nadie se lo agradezca con aplausos.
Lo que más observa en los conductores no es alcohol ni drogas, sino agotamiento extremo. Muchos llegan tras jornadas de 18 o 20 horas, y encima cargan con las mismas penurias que todo el pueblo: apagones, escasez de comida, falta de agua… todo lo que convierte la vida en Cuba en una carrera de resistencia.
En sus ratos libres, Carlos intenta dedicarse a lo esencial: su familia y su tranquilidad. Con humildad dice: “Es lo que hay”. Pero detrás de cada viaje seguro, además de los rezos de los pasajeros que piden no sufrir una avería o un descarrilamiento, siempre está él: el médico del tren.
Y no es el único ejemplo de compromiso humano en medio del caos. El propio ministro de Transporte contó la historia de Carmen Miriam Jiménez Echavarría, una joven de 26 años que dejó la danza para convertirse en ferromoza y hacer del tren su proyecto de vida en un país donde muchos solo sueñan con irse.
Lo mismo pasa en otras esquinas del transporte cubano: Norberto, un taxista de Viñales, lleva más de 50 años al volante ayudando a turistas y vecinos sin opciones; mientras en La Habana, Ricardo Palmero acumula cuatro décadas transportando gente entre hospitales y barrios, incluso cuando el combustible es un lujo.
En medio de una de las peores crisis de transporte en la historia de Cuba, hay quienes, como Carlos, Carmen, Norberto y Ricardo, siguen moviendo el país con su vocación y resistencia diaria. Porque, al final, mantener a Cuba en movimiento no es solo cuestión de rieles o gasolina, sino de pura humanidad.
