Muchos tuvieron que frotarse los ojos y leer dos veces para creer lo que estaban viendo. Las palabras de Lis Cuesta, esposa de Miguel Díaz-Canel, parecían más sacadas de un meme vulgar que de alguien que acompaña a un supuesto “jefe de Estado”.
Desde su cuenta en X, Cuesta lanzó un mensaje que dejó a medio mundo entre la risa y la vergüenza ajena. En plena visita a Vietnam, escribió sin pelos en la lengua: “¡Sufran, imperialistas ridículos!”. El tono bravucón, lejos de la sobriedad que se esperaría de alguien en ese puesto, volvió a dejar claro que el estilo de la señora es tan caótico como la crisis que azota a Cuba.
Junto a la frase, compartió fotos con militares y dirigentes comunistas vietnamitas, celebrando lo que llamó “la victoria del socialismo, la dignidad y el valor”. En otro mensaje, cambió el guaperío por un aire “poético”, describiendo a Vietnam como “un pueblo como el nuestro: resistente, ingenioso, valiente y digno”. Ese vaivén de tonos hizo que muchos usuarios señalaran lo evidente: improvisa, habla sin filtro y no representa a nadie más que a sí misma.
La llamada “no primera dama” aprovecha el viaje oficial mientras en Cuba la gente sobrevive entre apagones, hambre y un éxodo que no se detiene. La gira, que también los llevará a China y Laos, se realiza en un avión arrendado a la española Plus Ultra, el mismo Airbus A330-200 que Díaz-Canel ya ha usado en otras ocasiones. El lujo no es barato: cada hora de vuelo cuesta unos 11 mil dólares, y el trayecto hasta Hanoi duró más de 11 horas. Saquen la cuenta.
Aunque no ocupa ningún cargo oficial, Lis Cuesta se pasea como si tuviera un rol institucional. En Vietnam fue fotografiada en actos oficiales, reuniones culturales, espectáculos de marionetas y hasta en visitas a templos, siempre al lado de la esposa del secretario general del Partido Comunista.
En otro de sus posts, lanzó una frase digna de campaña propagandística: “Cuba y Vietnam, dos latidos de un solo corazón”. Palabras bonitas, sí, pero que suenan huecas y hasta ofensivas para quienes en la isla no tienen ni luz ni comida. Mientras el pueblo carga con la miseria, la pareja presidencial disfruta del turismo político a todo lujo, vendiendo discursos vacíos que cada vez convencen menos a los cubanos de a pie.