En el corazón de Catalina de Güines, había un plato que no solo llenaba estómagos, sino que también contaba historias: las butifarras de El Congo. Este manjar, orgullo de la zona, se ganó su fama nacional e internacional gracias a su sabor único y hasta inspiró la popular canción “Échale salsita”, de Ignacio Piñeiro y su Septeto Nacional.
El artífice de esta delicia fue Guillermo Armenteros, apodado El Congo, un guajiro humilde que venía de familia cortadora de caña. Alegre, sencillo y, según cuentan, de buen porte, comenzó a elaborar sus famosas butifarras en 1955. Se vendían primero en las fiestas del pueblo, justo frente al restaurante que hoy lleva su nombre.
De la canasta al restaurante
Al inicio, El Congo cargaba su mercancía en una canasta sobre la cabeza y voceaba la palabra mágica: “¡salsa!”, provocando que la gente se le agolpara para probar aquel sabor que no se encontraba en ningún otro sitio. Luego dio el salto a una carretilla y, más tarde, a un quiosco portátil. Los precios eran de risa comparados con los de hoy: cinco centavos la unidad, diez si era con pan y veinte si se llevaban dos.
En 1957 abrió el restaurante El Congo, donde el plato se siguió vendiendo con la misma receta y presentación, pero ahora acompañado de otras comidas que hacían aún más popular el lugar.
Un sabor que se volvió leyenda
La preparación era un ritual en el que intervenían cinco o seis personas, cada una con su tarea: limpiar las tripas, amasar, sazonar y cocinar. El secreto mayor lo guardaba El Congo en una habitación a la que solo él podía entrar, y más tarde su hija Guillermina. Se usaban carnes de puerco y res, empellas, ajo, nuez moscada y pimentón El Potro. La salsa, sin puré de tomate, se hacía aparte y con un toque de especias que la volvía irresistible.
La fama de las butifarras creció tanto que llegaron a probarlas figuras de la talla de Benny Moré, el boxeador Kid Gavilán y la actriz Ninón Sevilla. Piñeiro, fascinado con el sabor, prometió componer una canción en su honor, y cumplió.
Lo que el castrismo nunca entendió
Pero como suele pasar en Cuba, donde el régimen tiene el toque de Midas al revés, esta tradición empezó a perderse después de 1964. El control estatal y la desidia hicieron que un plato que representaba identidad, sabor y emprendimiento local quedara relegado a la nostalgia.
Las butifarras de El Congo no solo eran comida; eran un símbolo de ingenio popular, de esa Cuba que existía antes de que el castrismo arrasara con las pequeñas iniciativas que daban vida a los pueblos. Hoy, lo que queda es un recuerdo y la certeza de que la verdadera riqueza de la Isla está en su gente, no en las manos del Estado.
