En Matanzas, un grupo de especialistas chinos acaba de montar la cúpula del tanque de combustible 49-1, el primero de los cuatro que se están levantando en la Base de Supertanqueros, justo en el mismo sitio donde en 2022 un incendio descomunal cobró la vida de 17 personas y dejó una herida abierta en todo el país.
Según la propaganda del régimen en X, esta obra se ejecuta con la “cooperación de China” y debe concluir en la primera mitad de 2026. Claro, lo cuentan como un logro grandioso, pero evitan hablar de lo que de verdad importa: la precariedad de la infraestructura energética cubana, que sigue tan vulnerable como antes de la tragedia.
Durante una visita oficial cargada de cámaras y discursos, el primer ministro Manuel Marrero Cruz recorrió las instalaciones y aplaudió el esfuerzo de los obreros en medio de la crisis energética que mantiene a la isla en apagones eternos. El guion fue el mismo de siempre: mucho bombo a la “amistad con China” y cero autocrítica por la negligencia estatal que permitió aquella catástrofe.
Un ingeniero citado por el periódico Girón, Héctor Clark Silot, jefe técnico de la DIP, presumió que se trata de un hito por la rapidez del montaje: desde marzo hasta levantar un domo de aluminio de 74 metros de diámetro y 68 toneladas. Sin embargo, la velocidad del proyecto no borra el recuerdo de un incendio que arrasó con todo y que mostró el verdadero rostro de la incapacidad del régimen.
El tanque, dicen, podrá almacenar 50 mil metros cúbicos de crudo y más adelante se le sumarán sistemas automáticos, registros, tuberías y pruebas hidráulicas. Junto con otros tres depósitos, prometen recuperar 200 mil metros cúbicos de capacidad perdida tras el siniestro de agosto de 2022. Pero detrás de estas cifras, lo que no se dice es que los cubanos siguen sin luz, sin combustible y con un sistema eléctrico que se desmorona.
El pueblo no olvida. Aquel incendio comenzó con la caída de un rayo sobre un tanque que almacenaba 40 mil galones de combustible. El fuego se extendió durante seis días y la tragedia fue total: bomberos, piperos y trabajadores civiles murieron de la manera más cruel, muchos quedaron irreconocibles por la intensidad de las llamas. Hubo decenas de heridos, hospitales colapsados y familias enteras desplazadas.
La respuesta del gobierno fue lenta, caótica y plagada de secretismo. Después, cuando finalmente se logró sofocar el fuego, lo vendieron como un “acto heroico”, ocultando lo evidente: infraestructura obsoleta, ausencia de protocolos, improvisación y negligencia en las decisiones. Todo un cóctel mortal que sigue sin resolverse y que amenaza con repetirse en cualquier momento.