La semana pasada, un grupo de 161 cubanos deportados desde Estados Unidos aterrizó en La Habana y con ellos llegaron también historias cargadas de dolor, separación y mucha incertidumbre. Lo que para algunos fue un sueño americano que parecía encaminarse, terminó en un regreso amargo a una isla que dejaron atrás hace años y que ahora deben enfrentar de nuevo en medio de una crisis profunda.
Uno de los testimonios más desgarradores es el de Yudierquis Reyes Merino, una madre que fue deportada sin poder llevar consigo a su hija de apenas dos años, nacida en EE.UU. La niña, ciudadana estadounidense, no pudo salir del país. “Dejé a mi hija, la perdí. Me dijeron que era ciudadana y no podía salir del país”, contó entre lágrimas. Su único objetivo ahora es lograr reunirse con su pequeña: “Donald Trump solo tiene tres años, yo tengo el resto de mi vida. Iré a buscarla, aunque me cueste 20 años en la cárcel”, dijo con desesperación.
El regreso de los deportados no fue nada sencillo. El Aeropuerto Internacional José Martí se convirtió en escenario de escenas emotivas, rostros confundidos y miradas llenas de miedo al futuro. Tras semanas de detención en EE.UU. y un viaje marcado por la incertidumbre, los cubanos descendieron del avión uno a uno para ser procesados por las autoridades. Muchos no habían pisado suelo cubano en años, y el choque fue inevitable.
Otra de las voces que reflejan esta dura realidad es la de Tania Carbonell Cruz, quien tras más de tres años viviendo en EE.UU. junto a sus hijos, enfrentó la deportación. La decisión de regresar no fue voluntaria, sino una forma de evitar un encarcelamiento prolongado. Ahora, le toca empezar de cero en una isla que poco se parece a la que dejó atrás, mientras intenta lidiar con la separación familiar.
Estas deportaciones no ocurren en el vacío. Son consecuencia directa del cambio de política migratoria durante la administración Trump, que eliminó el trato preferencial que durante décadas tuvieron los cubanos como refugiados políticos. Aquella política de “pies secos, pies mojados” que alguna vez les abrió las puertas a la residencia legal, ya es cosa del pasado. Hoy, los cubanos son tratados como cualquier otro inmigrante indocumentado: detenidos y sujetos a deportación.
La situación no podría ser más complicada. Por un lado, Cuba recibe a sus ciudadanos en medio de una economía en crisis, con escasez de recursos básicos y pocas oportunidades para reinsertarse. Por otro, Estados Unidos mantiene el pulso con sus políticas de deportación. En medio de todo esto, quienes sufren de verdad son las familias rotas, los niños separados de sus padres y las personas que, tras arriesgarlo todo, se ven obligadas a volver a empezar en el lugar que un día decidieron dejar atrás.