En pleno siglo XXI, cuando el mundo avanza a pasos de gigante con satélites, inteligencia artificial y conexiones 5G, el régimen cubano se tira un brindis de propaganda porque en Holguín van a imprimir periódicos… ¡a color!. Sí, así mismo: en medio del apagón tecnológico en el que tiene sumido al país, la dictadura vende como “transformación industrial” lo que en cualquier otro rincón del planeta sería una noticia de hace medio siglo.
La prensa oficialista anunció con bombo y platillo que, antes de que termine el año, los orientales podrán leer el Granma y demás panfletos del régimen con un poco de tinta de colores. Según el director del Poligráfico “General José Miró Argenter”, Carlos González Mulet, en diciembre arrancará la tirada a color, como parte de un programa de “modernización” que comenzó en La Habana y Villa Clara. Lo que no dicen es que la obra civil está a medias y que siguen usando la misma chatarra para imprimir en blanco y negro mientras estiran el cuento de la inversión.
El nuevo equipamiento, aseguran, tiene “competitividad internacional”. Una frase grandilocuente para referirse a unas máquinas chinas que permitirán imprimir revistas, catálogos y libros con mejor calidad. Bajo el nombre comercial SoyGraf, la Unidad Empresarial de Base Gráficas de Holguín, subordinada a la Empresa de Periódicos, presume de que ahora podrá encadenarse con los llamados “nuevos actores económicos”. Palabras bonitas para disfrazar la misma maquinaria propagandística, pero ahora barnizada con colores.
El proyecto, como casi todo lo que el régimen toca, es fruto de las negociaciones con la República Popular China. Una alianza que no busca mejorar la vida del cubano de a pie, sino reforzar los mecanismos de control ideológico. Porque seamos claros: un periódico en Cuba, aunque venga a todo color, sigue siendo un panfleto sin alma, repleto de mentiras, omisiones y propaganda oficial.
Mientras en las escuelas los estudiantes cargan libretas recicladas y los hospitales ni siquiera tienen hojas para recetas, el régimen invierte en darle un maquillaje más atractivo a sus periódicos. Una “innovación” que no alimenta, no cura y no resuelve el día a día del cubano, pero sí embellece la fachada de la dictadura en medio de la crisis.
En el fondo, este anuncio es otra burla. El castrismo vende como avance lo que en el resto del mundo se superó hace décadas. La isla sigue apagada, con internet lento, sin acceso libre a la información y con millones de cubanos sobreviviendo a oscuras, mientras el régimen presume de imprimir a color sus viejas mentiras.
