La central termoeléctrica Antonio Maceo Grajales, mejor conocida como Renté, volvió a conectarse este martes al Sistema Eléctrico Nacional con su unidad 5. El anuncio, celebrado por los voceros oficialistas en redes sociales, llega como si fuera una gran hazaña, cuando en realidad solo refleja la inestabilidad crónica de un sistema eléctrico al borde del colapso.
El perfil propagandista “Cubano Gallo Rebelde” publicó con bombo y platillo que a las 4:29 p.m. el bloque regresó a línea. Sin embargo, en las calles de Cuba la noticia se recibe con escepticismo, porque los cubanos saben que estas “entradas” duran lo mismo que un merengue en la puerta de un colegio.
Un arranque manchado por la tragedia
El supuesto logro de la unidad 5 viene acompañado de una terrible desgracia humana. La semana pasada, durante la sincronización del bloque, una fuga de vapor sobrecalentado dejó al joven operador Carlos Rafael López Ibarra, de apenas 33 años, con quemaduras en el 89 % de su cuerpo.
Hoy el trabajador se mantiene con vida en estado crítico extremo en el hospital Juan Bruno Zayas de Santiago de Cuba. Aunque las autoridades de Salud aseguran que está consciente y con medicamentos, lo cierto es que el accidente deja al desnudo las condiciones precarias y peligrosas en las que laboran los técnicos de las termoeléctricas.
Como siempre, los jefes del sector hablan de investigaciones y promesas, mientras los funcionarios corren a tomarse la foto en el hospital. Una rutina que ya el pueblo conoce: protocolo político sin soluciones reales.
Promesas que nunca llegan
El viernes pasado, la unidad 5 había sincronizado después de meses de mantenimiento. Sin embargo, en menos de 24 horas volvió a caerse, generando apenas 50 de los 95 megawatts que debería aportar. El director de electricidad, Lázaro Guerra Hernández, calificó la falla como “menor” y prometió que estaría de vuelta en “pocas horas”. La misma cantaleta de siempre que nunca se traduce en estabilidad.
La debacle no es exclusiva de Renté. Otras termoeléctricas del país también están paradas: Mariel 5 se desconectó el viernes, Santa Cruz 2, Cienfuegos 4 y Felton 2 llevan meses —y en el caso de Felton, más de tres años— sin producir un solo kilowatt.
Un pueblo sumido en la oscuridad
Mientras el régimen se esconde detrás de excusas técnicas, los cubanos siguen pagando la factura de los apagones eternos. Solo este martes, la Unión Eléctrica reconoció un déficit cercano a los 2000 megawatts en el horario pico, lo que significó cortes de luz de 24 horas que arruinan la vida cotidiana.
Cocinar, almacenar comida, bombear agua o simplemente descansar se ha convertido en un lujo que la dictadura no puede garantizar. El pueblo sobrevive entre velas, hornillas improvisadas y el cansancio de décadas de promesas incumplidas.
Por mucho que el régimen intente vender la reentrada de Renté como un triunfo, la realidad es otra: el sistema eléctrico está obsoleto, los trabajadores arriesgan la vida en plantas en ruinas y el gobierno sigue demostrando que no puede ni quiere resolver la crisis.