En pleno corazón de La Habana, específicamente en las calles Águila y Monte, la paciencia se agotó. Este miércoles por la noche un grupo de vecinos decidió salir a la calle para exigir lo más básico y humano: agua potable. Llevan más de 30 días sin una gota en sus casas, y ya no aguantan más el abandono del régimen.
La protesta, transmitida en directo en redes por el usuario Lázaro Díaz Carmona, mostró a decenas de residentes con cubos, tanques y botellas vacías en la mano, bloqueando el tráfico y gritando fuerte: “¡Queremos agua!”. La imagen es un retrato de la desesperación: familias enteras, con niños, embarazadas y personas enfermas, enfrentando una emergencia sanitaria en medio de la capital cubana.
“Esto es insoportable, llevamos más de un mes sin agua y nadie da la cara”, denunciaron los vecinos en plena vía pública, dejando claro que ya no se conforman con excusas.
El miedo no impidió la protesta
Aunque muchos decidieron no unirse por temor a las represalias —porque en Cuba hasta reclamar un derecho puede costar cárcel—, la manifestación se hizo sentir. No pasó mucho tiempo para que llegaran los agentes de la Seguridad del Estado, intentando apagar la protesta con la típica muela de siempre: “con protestas no se resuelve nada”.
Más tarde apareció la diputada del barrio, acompañada de dirigentes locales, pidiendo a la gente que se calmara a cambio de prometer “soluciones inmediatas”. Pero los vecinos, curtidos en promesas rotas, no se tragaron el cuento. “Eso nos lo han dicho mil veces y seguimos igual, secos”, soltó uno de ellos con evidente indignación.
El reflejo de un país roto
Este episodio en Centro Habana vuelve a mostrar lo que el régimen quiere esconder: un pueblo harto de vivir sin servicios básicos y sin respuestas reales. Los apagones, la falta de comida, el transporte colapsado y ahora el agua, van acumulando un malestar que ya ni el miedo logra silenciar.
La protesta no fue solo por agua, fue también un grito de dignidad. Porque en Cuba, tener agua en la llave se ha convertido en un lujo, y mientras los de arriba siguen viviendo cómodos, los de abajo cargan cubos en la oscuridad.
La realidad es clara: la dictadura es incapaz de garantizar lo mínimo, y cuando la gente se levanta a reclamar, solo responde con represión o promesas vacías. Pero la voz del pueblo, tarde o temprano, será más fuerte que cualquier apagón o que cualquier excusa oficial.