Ya pasaron 10 días desde que Mairovis Valier Heredia, de solo 35 años, perdió la vida en la madrugada del 25 de agosto, cuando un auto la embistió en plena calle Galiano, en La Habana.
Lo más doloroso es que, hasta hoy, su familia sigue sin recibir información clara ni respuestas de las autoridades. El Ministerio del Interior se limitó a soltar una escueta nota el mismo día del atropello, donde reconocía que un “extranjero residente” había arrollado a nueve personas entre Centro Habana y La Habana Vieja, provocando una muerte y varios heridos. Aseguraron que el chofer estaba detenido, pero desde entonces, silencio absoluto.
Ni nombre, ni detalles, ni proceso judicial. Para los familiares, está más que claro que el régimen está ocultando información. “Están tapándolo todo y lo único que pedimos es justicia”, denunció Danieyis Lamorú, hermana de Mairovis, quien también resultó lesionada en el mismo hecho.
Una hermana que escapó del hospital para despedirse
Danieyis contó que estaba ingresada en terapia intensiva del Calixto García cuando una vecina le dio la terrible noticia de que su hermana menor había muerto. Entre la desesperación y el dolor, se arrancó los sueros y salió corriendo del hospital pidiendo ayuda. Fue un bicitaxista quien la llevó hasta la funeraria en El Vedado, donde confirmó lo impensable: su hermana estaba allí, sin vida.
“Nos tiró el carro arriba intencional”
Esa madrugada, las dos hermanas caminaban con una prima y una tía por Galiano, cuando un Audi rojo se lanzó contra ellas. “Nos tiró el carro arriba a propósito. Todo pasó tan rápido que ni le vi la cara al chofer”, relató Danieyis.
El saldo fue devastador: su prima con un riñón dañado, su tía operada de la mandíbula, ella misma golpeada en rostro y piernas… y Mairovis, que no sobrevivió.
La tragedia deja tres niños huérfanos de 2, 5 y 17 años, mientras la familia trata de recomponerse sin ayuda ni apoyo estatal. La joven maestra de preescolar había llegado a La Habana pocos días antes para trabajar y estar cerca de su hijo mayor, que acababa de entrar a la escuela militar de Camilo Cienfuegos.
“Los niños preguntan por su madre y no sabemos qué decirles”, confesó su hermana con impotencia.
Una madre que clama por justicia
La anciana madre de las víctimas también alzó su voz en redes sociales: “Estoy sufriendo porque ese extranjero me mató a mi hija y aquí nadie me ha dicho quién es ni qué carro era. No me han dado apoyo de nada. Pido justicia, pido la pena máxima”.
Su reclamo refleja el abandono y el desprecio con el que el régimen trata a los ciudadanos comunes.
Hermetismo e impunidad
El silencio del Estado cubano ante un caso tan grave demuestra, una vez más, la opacidad con la que manejan las tragedias públicas. La vida de Mairovis, como la de tantos otros, se convierte en un número dentro de una estadística que el régimen manipula a su conveniencia.
Los medios oficiales se limitaron a repetir que hubo nueve heridos y una fallecida, mientras que medios independientes señalan que el responsable podría ser un cubanoamericano. Pero la dictadura calla. Ni los heridos han recibido visitas de funcionarios, ni la familia ha tenido información oficial sobre el proceso.
En un país donde la justicia está subordinada al control político, las víctimas quedan desamparadas y los culpables, protegidos por el silencio institucional.
La madre de Mairovis lo resumió con toda la crudeza: “Aquí nadie ha venido ni a ayudarme con los niños”.
Esta tragedia no es solo la historia de una mujer que perdió la vida, sino la radiografía de un país donde el Estado abandona a su pueblo, donde el dolor de una familia se multiplica con la indiferencia oficial y donde la justicia brilla por su ausencia.
