Una niña de apenas 10 años en Holguín tuvo que ser sometida a una compleja cirugía reconstructiva en el Hospital Pediátrico Octavio de la Concepción y de la Pedraja, después de arrastrar durante años las secuelas de unas quemaduras que le dejaron una retracción severa en el cuello. La pequeña apenas podía mover la cabeza y esa limitación le marcaba cada aspecto de su vida cotidiana.
El doctor Jorge Márquez Camayd, jefe del servicio de Cirugía Plástica y Caumatología, explicó a la prensa oficial que la operación combinó la técnica de Z-plastia con un autoinjerto de piel. Gracias a ello, la niña recuperó más de seis centímetros de movilidad en la zona afectada, algo que —según el especialista— le permitirá tener una mejor reinserción social y mayor independencia.
El detalle que la prensa del régimen apenas menciona es que este tipo de intervenciones se realizan en un sistema de salud colapsado, sin recursos, sin medicamentos y con hospitales en ruinas, lo que convierte cada cirugía exitosa en casi un milagro del esfuerzo médico.
El hospital pediátrico de Holguín, a pesar de la crisis, ha logrado avances llamativos. En julio, por ejemplo, un joven de 18 años fue operado allí de microtia, una malformación congénita del oído. Usando cartílago de sus propias costillas, los médicos lograron reconstruirle el pabellón auricular, evitando el engorroso traslado a La Habana, donde el régimen centraliza casi todos los servicios de alta complejidad. Ese logro fue catalogado como un hito para el oriente del país, pues abre la posibilidad de que más pacientes accedan a esos procedimientos sin abandonar su provincia.
Los especialistas, además, insisten en algo clave: la prevención de accidentes domésticos. En Cuba, donde la precariedad obliga a hervir agua en calderos destartalados o improvisar con cocinas defectuosas, no es raro que los niños sufran quemaduras graves por derrames de líquidos calientes o accidentes en la casa.
Estos casos muestran la cara más humana de los médicos cubanos, que a pesar de trabajar en condiciones infrahumanas logran devolverle esperanzas a familias enteras. Sin embargo, también dejan en evidencia una gran verdad: el régimen se vanagloria de su sistema de salud mientras en realidad lo ha destruido, dejando a pacientes y doctores librados a la suerte, dependiendo más del sacrificio personal que de un Estado que hace rato abandonó su responsabilidad.