En Cuba, cada historia duele más que la anterior, pero la de Ezequiel Aleixi Figueroa Mesa —a quien todos conocían como “Pocholo”— ha dejado a la comunidad de Micro 9, en el Distrito José Martí, completamente destrozada. El hombre estaba cumpliendo sanción en el campamento penitenciario Bungo 8, en Santiago de Cuba, y lo que debía ser una cuenta regresiva para abrazar a su hija en sus 15 años terminó convertido en una tragedia sin explicación.
De acuerdo con las autoridades, Pocholo se habría quitado la vida. Sin embargo, familiares, amigos y vecinos no se creen esa versión y señalan que hay demasiadas irregularidades en el caso. El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada compartió detalles en redes sociales, y lo que salió a la luz ha desatado indignación dentro y fuera de la comunidad.
Los más allegados recuerdan que hace solo unos meses el recluso había tenido un pase por buena conducta y estaba ilusionado con salir el 5 de septiembre, día en que su hija cumpliría 15 años. Ese era su gran sueño: estar presente en una fecha tan importante para la muchacha. Pero en lugar de preparativos para una fiesta, la familia se encontró con la desgarradora noticia de su muerte.
Para colmo, los familiares aseguran que el cuerpo de Pocholo mostraba múltiples moretones, algo que contradice la teoría del suicidio. A eso se suma el detalle de que en la funeraria no había custodia, ni guardias, ni nadie que ofreciera una explicación. Todo eso levanta aún más sospechas de encubrimiento.
“Queremos que las autoridades nos den la cara. Era un preso, pero no era un perro”, expresaron sus seres queridos con impotencia. Exigen justicia, claridad y sobre todo respeto por una vida que, aunque estaba tras las rejas, seguía siendo valiosa.
El sepelio se llevó a cabo este miércoles en su comunidad, acompañado por vecinos que no dejan de exigir que la Fiscalía y el Partido en Santiago de Cuba abran una investigación inmediata. “Esto no fue un suicidio, fue un asesinato, y las pruebas están en su cuerpo”, aseguraron los presentes, cansados de esperar respuestas que nunca llegan.
Lo más triste es que no se trata de un caso aislado. Tan solo en julio, las prisiones cubanas acumularon 91 denuncias, de las cuales 68 fueron por violaciones de derechos y dos terminaron en muertes. El propio informe del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas (CDPC), con sede en México, confirmó que 77 de esas denuncias llegaron desde cárceles y centros de detención de todo el país.
La historia de Pocholo expone una realidad que muchos prefieren callar: el deterioro imparable del sistema penitenciario en Cuba, donde los presos no solo cumplen condena, sino que además enfrentan represión, abandono y, en demasiados casos, un destino fatal.