En Buena Vista, municipio de San Antonio del Sur, Guantánamo, el gobierno arrancará este 7 de septiembre el montaje de contenedores reciclados para usarlos como casas, en un intento desesperado de dar respuesta a las familias que lo perdieron todo tras el paso del huracán Óscar en octubre de 2024.
El plan incluye 23 contenedores adaptados como viviendas, aunque se habla de llegar a 60. Todos son reciclados de embalajes que venían del parque fotovoltaico que se construye en la zona, lo que deja claro el carácter improvisado y parcheado de la medida. Según la prensa oficial, cada módulo tendrá dos cuartos, baño, sala y cocina, y se terminan dos por día.
Varias empresas estatales corren con la tarea, coordinadas por la unidad empresarial Génedis, junto con Muebles Imperio, Valbo, Cedai y el Micons. Durante una visita a las obras, el primer secretario del Partido en la provincia, Yoel Pérez García, pidió acelerar los trabajos y “aprovechar al máximo” la estructura metálica de los contenedores. En buen cubano: apagar el fuego con lo que haya, sin importar la calidad de vida de la gente.
El huracán Óscar dejó un panorama desolador en Guantánamo: techos arrancados, casas de madera en el suelo, postes caídos, inundaciones y cosechas perdidas. Sin embargo, a finales de noviembre de 2024, solo el 8% de las 13,000 viviendas afectadas habían sido reparadas, y la mayoría eran simples remiendos de techos. En contraste, las instalaciones estatales sí recibieron prioridad: de 700 dañadas, ya habían recuperado 525, dejando en evidencia la doble moral del régimen.
El problema con los contenedores es que no están pensados para ser viviendas en un país con calor infernal. En Cuba, donde el termómetro supera fácil los 35 grados, un cubículo de metal sin buen aislamiento es prácticamente un horno. Niños, ancianos y enfermos se exponen a golpes de calor y a condiciones insalubres que nada tienen que ver con “soluciones habitacionales”.
Aunque se intente justificar con recubrimientos térmicos o techos falsos, la realidad es que estas casas improvisadas solo funcionan con fuertes inversiones en aislamiento, algo que el régimen ni puede ni quiere garantizar. Mientras en países como España las casas de contenedores se hacen con estándares de habitabilidad y permisos legales, en Cuba se venden como una “innovación revolucionaria” para tapar décadas de incumplimientos.
El desastre habitacional no es nuevo. Holguín, Las Tunas y otras provincias ya han sido laboratorio de estas “soluciones milagrosas”, mientras más de 800,000 viviendas faltan en todo el país. El colapso es tal que en Las Tunas aún hay más de 10,000 familias viviendo en casas con piso de tierra en pleno siglo XXI.
En Villa Clara se inventan con casas sin cemento ni acero, y en Pinar del Río vuelven a levantar casas de tierra, arcilla y cal como en la época colonial. Todo esto se presenta como “creatividad revolucionaria”, cuando en realidad es la confirmación del fracaso absoluto del Estado en garantizar un derecho tan básico como un techo digno.
En 2024 se construyeron menos casas que en los peores años del Período Especial. Y mientras el régimen repite que trabaja por “el bienestar del pueblo”, lo que crece de verdad es la desesperanza de miles de familias que siguen sin saber cuándo tendrán un hogar de verdad.