El barrio habanero de La Ceiba, en el municipio de Playa, todavía no sale del asombro por el crimen que apagó la vida de Fredesvinda Zaida Pérez Poey, una profesora jubilada de 86 años, conocida por todos como una mujer noble y respetada.
Según cuentan vecinos y allegados, Jesús Raúl Navia Rufín entró a su casa fuera de sí, bajo los efectos del alcohol y otras sustancias, arrasando con todo lo que encontraba y golpeando salvajemente a la anciana hasta dejarla con una contusión cerebral bilateral.
La llevaron de urgencia al Hospital Calixto García, donde estuvo 14 días debatiéndose entre la vida y la muerte. Durante ese tiempo sufrió neumonía por aspiración y un coágulo que obligó a los médicos a operarla, pero, lamentablemente, no logró sobrevivir.
Lo más doloroso es que los familiares denuncian negligencia médica: aseguran que nunca recibió la atención adecuada en terapia intermedia y que las autoridades de criminalística han mostrado una pasividad vergonzosa frente al caso.
Para colmo, la familia del agresor presentó papeles que alegan “trastornos mentales”, una jugada que muchos ven como un intento de sacarlo limpio de este crimen atroz. Hoy, el homicida confeso está ingresado en Mazorra, el Hospital Psiquiátrico de La Habana, lo que despierta aún más sospechas de que quieran enterrar el caso en la impunidad.
La comunidad exige justicia y que la memoria de Fredesvinda no quede manchada por la desidia de un sistema que protege a criminales y abandona a las víctimas. Una maestra que dedicó su vida a educar merece respeto, no el silencio cómplice del régimen.