Si pensabas que lo habías visto todo en Cuba, prepárate: la presa Zaza, el mayor embalse del país, está prácticamente seca. Con apenas un 12% de su capacidad, el coloso espirituano luce más como un charco que como la gran reserva de agua que alguna vez fue. Y lo peor: esta crisis llega justo en medio del período lluvioso, cuando se supone que debería estar recuperándose.
Para que te hagas una idea, la Zaza debería almacenar 1,020 millones de metros cúbicos de agua, pero hoy solo guarda poco más de 106 millones. La última vez que estuvo tan mal fue en 1976, cuando bajó a 99 millones, un récord que parecía imposible de repetir. Pues bien, casi medio siglo después, la historia vuelve a morder en el mismo lugar.
El periódico Escambray reconoció que es el nivel más bajo en 49 años y, para colmo, no solo la Zaza está en crisis. Otros embalses de Sancti Spíritus como La Felicidad, Dignorah y Aridanes también agonizan, con apenas un 17% de llenado promedio en toda la provincia. La sequía no da tregua y las presas parecen vaciarse a ojos vista.
Esto no es solo un problema de números: es la vida diaria de la gente. Los espirituanos denuncian que en muchas casas el agua llega turbia, con olor desagradable e incluso con insectos. Las autoridades culpan a la sequía y a las fuentes de abasto deterioradas, pero las soluciones brillan por su ausencia. Mientras tanto, la población sigue resolviendo como puede.
En medio de este panorama, la viceprimera ministra Inés María Chapman se ha dado varias vueltas por diferentes provincias para “revisar” la situación. En Pinar del Río, por ejemplo, comprobó que la presa Herradura apenas está al 41% de su capacidad, y recorrió campos de pozos para exigir mantenimiento a bombas y sistemas eléctricos. Lo cierto es que los vecinos de Consolación del Sur llevan meses con ciclos de agua interminables que afectan a más de 25 mil personas.
Pero si miramos hacia el oriente, la cosa se pone aún más fea. En Santiago de Cuba, los principales embalses que abastecen a la ciudad están al 15% de su capacidad, lo que ha alargado los ciclos de distribución a más de 30 días. Imagina esperar un mes entero para llenar tus tanques de agua: eso ya no es sequía, es un drama.
El sistema hidráulico, ya viejo y sin mantenimiento, tampoco ayuda. Muchos reportes aseguran que, incluso cuando hay reservas, la infraestructura está tan deteriorada que es incapaz de garantizar el abasto mínimo. Dicho en cubano: aunque haya agua, no llega a las casas.
En Holguín, la viceprimera ministra también constató la gravedad de la sequía. Julio fue catalogado como el mes más seco de la última década, y hoy unas 66 comunidades enfrentan problemas de suministro. La gente literalmente hace malabares para conseguir un poco de agua limpia.
En Las Tunas la crisis se siente igual o peor: más de 90 mil personas no tienen agua de manera regular en sus viviendas. Los que viven en zonas altas saben que, aunque abran la llave, la presión nunca es suficiente para que suba a sus tanques. El resultado: colas, acarreos y peleas diarias para llenar un cubo.
El propio gobierno reconoció otro efecto colateral: la escasez ha disparado los delitos relacionados con el agua. Robos, desvíos y ventas ilegales de este recurso vital afectan a comunidades enteras. Como si no bastara con el calor y la falta de lluvia, ahora hay que cuidarse también de los que ven en el agua un negocio más.
Así, la Zaza —que una vez fue orgullo hidráulico de Cuba— hoy es símbolo de una crisis más grande: la incapacidad del país para enfrentar una sequía que ya no es un fenómeno aislado, sino una realidad cada vez más frecuente.