Cientos de cubanos se reunieron ayer domingo en el municipio habanero de Regla para rendir homenaje a la Virgen de Regla, una de las advocaciones marianas más queridas en la Isla, en la víspera de su festividad del 8 de septiembre.
Ni la censura ni el control del régimen han podido frenar esta tradición que, desde hace siglos, late en el corazón del pueblo.
Según la prensa oficialista, se trató de una jornada marcada por la mezcla de catolicismo, religiosidad popular y santería, elementos que han hecho de esta celebración un símbolo de fe e identidad cubana. Lo cierto es que, más allá de la manipulación del discurso estatal, la procesión se convirtió en una prueba de que la espiritualidad del cubano sigue siendo un espacio libre donde la dictadura no manda.
Los peregrinos llegaron desde diferentes provincias para participar en la misa solemne y en la ya tradicional procesión fluvial por la bahía de La Habana, donde la Virgen es llevada en barco como protectora de marineros y familias enteras. Vestidos de azul y blanco, colores que también identifican a Yemayá, los fieles ofrecieron flores, entonaron cánticos y agradecieron favores recibidos, en un ambiente de auténtica devoción popular.
La historia de esta advocación mariana se remonta al siglo XVII, cuando la imagen fue entronizada en Guaicanamar, actual municipio de Regla. Desde entonces, la llamada “Virgen Morena” es reconocida como Reina y Madre de la Bahía, uniendo la tradición católica con las raíces afrocubanas.
Pero la festividad no es solo un acto religioso: es también una manifestación cultural que reafirma la identidad nacional y la fuerza del sincretismo espiritual en Cuba, algo que el castrismo nunca ha logrado apagar a pesar de décadas de intentos por suprimir la fe.
En redes sociales, muchos compartieron mensajes de devoción y plegarias. El periodista Rafael Grillo escribió una oración en la que pidió a la Virgen amparo y fortaleza, recordando que Yemayá simboliza también la protección de la vida, los partos y los viajes, un detalle que conecta con la realidad de tantos cubanos que hoy se lanzan al mar buscando libertad.
Mientras tanto, en Miami, cientos de exiliados acudieron a la Ermita de la Caridad, llevando girasoles, velas y flores en un ambiente cargado de fervor religioso y también patriótico. Allí, la fe se mezcló con la esperanza de ver una Cuba libre. Destacó un muro con la frase “Dios: Patria y Vida”, escrita en grande junto a las banderas cubana y estadounidense, recordando que la devoción y la libertad son inseparables.
Durante la ceremonia, un sacerdote pidió por los enfermos, los presos políticos, los migrantes y todos los que sufren las penurias cotidianas impuestas por un sistema que solo sabe dar miseria. Sus palabras fueron un llamado a la fe como camino de resistencia y unidad frente a la opresión.
Desde Santiago de Cuba, el arzobispo Dionisio García Ibáñez también resaltó que la Virgen de la Caridad del Cobre ha sido siempre un signo de unidad y consuelo en los momentos más trágicos de la historia nacional, recordándole al régimen que ni su control absoluto ha podido borrar el espíritu de un pueblo que sigue aferrado a su fe y a su libertad pendiente.
