Carlos Rafael López Ibarra, un operador de turbina de apenas 33 años, perdió la vida tras varios días de agonía, luego de sufrir un brutal accidente laboral en la Central Termoeléctrica Antonio Maceo Grajales, conocida como “Renté”, en Santiago de Cuba.
El accidente ocurrió la noche del 31 de agosto, cuando durante el arranque de la unidad 5 una tubería de vapor falló y liberó una descarga a altísima temperatura. El joven sufrió quemaduras en el 89 % de su cuerpo, un golpe casi imposible de resistir.
Un trabajador convertido en estadística
Tras el siniestro, López Ibarra fue trasladado al Hospital General Dr. Juan Bruno Zayas, donde permaneció varios días en estado crítico. A pesar de la fuerza con la que enfrentó su situación, el 8 de septiembre se confirmó su fallecimiento.
El régimen, fiel a su guion, reaccionó con mensajes de “honor y compromiso”, publicados en redes por figuras del Partido Comunista como Beatriz Johnson Urrutia. Palabras vacías para encubrir lo evidente: la vida de este joven se apagó por la negligencia y el deterioro crónico de un sistema eléctrico podrido.
“No es solo un apagón, son vidas que se apagan”
El comunicador independiente Yosmany Mayeta Labrada fue tajante al denunciar que en Cuba los accidentes laborales en termoeléctricas no son simples “hechos aislados”, sino el resultado de un colapso estructural. “No es solo un apagón lo que vivimos; es la vida de los trabajadores la que se apaga cada día entre negligencias y descuidos”, escribió en sus redes.
Y no exagera. Según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2024 se registraron 934 accidentes laborales en Cuba, con un saldo de 52 muertes. Una persona fallecida cada semana por culpa de un sistema que ni protege a sus obreros ni invierte en condiciones seguras.