El humorista y filántropo Limay Blanco volvió a convertirse en el salvavidas de una familia cubana en extrema pobreza, después de que una joven madre llegara desesperada a su casa con sus tres hijos, pidiendo nada más que un poco de comida.
En su patio, rodeado de amigos y de su familia, Limay recibió a la muchacha de apenas 22 años, madre de un niño de cuatro, otro de dos y una bebé de siete meses. Conmovido por la historia, le entregó un paquete de ayuda que incluía alimentos y electrodomésticos, desde una caja de pollo, arroz y espaguetis, hasta una olla reina, una batidora, un ventilador y hasta una lavadora.
El momento, que quedó grabado en video y se hizo viral en redes sociales, mostró cómo la joven apenas podía articular palabras entre lágrimas y agradecimientos. La emoción era tan fuerte como la necesidad que carga a diario.
La realidad de esta madre es desgarradora: vive desde hace cinco años en una casita de madera y piso de tierra, que ni siquiera es suya porque se la prestaron. Con un ingreso mensual de apenas 3,000 pesos cubanos —unos 12 dólares al cambio informal— no le alcanza para mantener a sus hijos. Su esposo emigró a Brasil y desde entonces no sabe nada de él.
Limay, consciente de la magnitud de la miseria en Cuba, fue honesto al decir que por ahora no puede regalarle una vivienda, aunque confía en que alguien vea su video y done los recursos. “Dios te ama. En el nombre de Jesús declaro que alguien me va a llamar para comprarle su casa”, afirmó con la fe que lo caracteriza.
La historia, sin embargo, va más allá del gesto puntual. Días antes, la joven había llegado a la casa de Limay pidiendo solo un poco de comida. El comediante apenas pudo darle unas confituras sobrantes de una actividad comunitaria, y compartió el encuentro en redes. La publicación desató comentarios crueles, cuestionando por qué había tenido tres hijos o criticando su pelo teñido. Limay no dudó en responder: “Los niños no son una maldición, son una bendición”.
El caso pone sobre la mesa una verdad incómoda: mientras el régimen gasta millones en propaganda y viajes oficiales, son ciudadanos como Limay Blanco quienes cargan sobre sus hombros el peso de la pobreza extrema. Su ministerio “Cristo Cambia Vidas” ya ha entregado 46 hogares a familias en miseria, pero la realidad es que ninguna obra humanitaria debería sustituir la responsabilidad de un Estado que, en lugar de proteger a los vulnerables, los ha abandonado.
El propio Limay ha confesado sentirse agotado por la avalancha de peticiones de ayuda que recibe cada día. Esa saturación no es solo suya: es el retrato de un país quebrado, donde el pueblo sobrevive gracias a la solidaridad entre cubanos, mientras el Gobierno sigue mirando para otro lado.