Dos trenes nacionales de pasajeros fueron apedreados este domingo en distintos puntos de la Isla, hechos que no dejaron heridos, pero sí pusieron en tensión a los viajeros y a las tripulaciones.
La propia Unión de Ferrocarriles de Cuba confirmó en sus canales oficiales que el primer incidente ocurrió a las 5:20 p.m., cuando el Tren No. 15, en la ruta La Habana-Holguín, recibió pedradas al acercarse a la ciudad de Las Tunas.
El segundo episodio se registró a las 9:20 p.m., cuando el Tren No. 12, que cubría Santiago-Habana, fue atacado entre Cristino Naranjo y Fuente, en Holguín. En ese caso, una piedra atravesó la ventana abierta del coche 8436 y fue a dar directo en los asientos 15 y 16, lo que generó un susto tremendo entre los pasajeros.
Lo curioso es que este último ataque coincidió con el apagón masivo que dejó a todo el oriente sin luz, lo que ha hecho que muchos vean el hecho no como vandalismo puro, sino como una forma de protesta contra el régimen. Cuando la gente se queda sin comida, sin luz y sin futuro, cualquier chispa se convierte en grito de rebeldía.
Aunque en ninguno de los casos hubo lesionados, ni daños estructurales graves en los vagones, la Unión de Ferrocarriles se apresuró a condenar lo ocurrido, calificándolo de “inaceptable” y advirtiendo que este tipo de actos ponen en riesgo la vida de pasajeros, incluidos niños y ancianos.
Pero lo cierto es que estos ataques no son hechos aislados. En los últimos meses, varios trenes y hasta ómnibus estatales han sido apedreados en distintos lugares del país. En Artemisa, por ejemplo, un convoy fue atacado en plena estación de Alquízar. En Guantánamo, otro tren fue apedreado con violencia, desatando el pánico en los vagones. Y en La Habana, tanto un ómnibus como un microbús estatal fueron blancos de pedradas en la madrugada, dejando cristales rotos y pasajeros aterrados.
La ironía es que, mientras los trenes circulan por vías destrozadas, con locomotoras oxidadas y vagones que se caen a pedazos, las autoridades anuncian “pruebas de Wi-Fi a bordo” como si eso resolviera el drama del transporte en Cuba. El maquillaje digital no tapa la podredumbre del sistema ferroviario, convertido en símbolo del abandono del régimen.
Para colmo, el gobierno ha decidido responder no con soluciones, sino con más represión. El Tribunal Supremo anunció que los ataques contra trenes y otros servicios estratégicos serán tratados como “sabotaje”, un término que en el Código Penal abre la puerta a condenas desproporcionadas y ejemplarizantes, la típica receta del castrismo para callar el malestar popular.