El régimen cubano anunció con bombo y platillo la detención de varios ciudadanos en Holguín por supuesta tala ilegal en municipios como Mayarí, Cacocum y Báguanos. Según la versión oficial, los operativos del Cuerpo de Guardabosques descubrieron a los implicados en plena “receptación de madera aserrada, tala en áreas protegidas y comercialización en el mercado informal”.
Lo que no dicen los voceros del castrismo es que detrás de esta historia hay una realidad que los golpea de frente: la gente corta árboles porque no tiene otra manera de cocinar ni de sobrevivir.
Una crisis que empuja al pueblo a destruir sus propios bosques
Entre las zonas más dañadas aparece la faja hidrorreguladora del río Holguín, donde se han detectado cortes que ponen en riesgo la biodiversidad y los ecosistemas de la región. El discurso oficial habla de “depredadores de la flora”, pero omite que esos mismos “depredadores” son familias que han tenido que improvisar cocinas de leña, incluso quemando muebles viejos, para poder darle un plato de comida caliente a sus hijos.
En medio de apagones que duran hasta 20 horas y la falta casi total de gas licuado, cientos de hogares no tienen otra opción que cocinar con leña. El carbón, cuando aparece, cuesta más que una pensión mínima, y para muchos ya es un lujo inalcanzable.
El dilema entre el hambre y la devastación ambiental
Un informe de Food Monitor Program (FMP) pone el dedo en la llaga: lo que en Cuba llaman “tala ilegal” es, en gran medida, pura supervivencia. El organismo alerta que esta práctica está dejando consecuencias graves como erosión de los suelos, pérdida de biodiversidad, sequías más intensas y mayor contaminación.
La pregunta es dura y directa: ¿cómo exigir a una madre que no corte un árbol si la alternativa es que sus hijos se acuesten sin comer?
No es la primera vez que esto pasa en la región. En Venezuela, durante los años más duros de su crisis energética, la gente también recurrió a la leña. Pero en el caso cubano la situación resulta aún más alarmante porque se trata de una isla con ecosistemas frágiles y especies únicas que ahora mismo están bajo amenaza.
La hipocresía del castrismo al descubierto
El detalle más irónico es que el propio régimen, en 2019, llegó a promover la cocina con leña como una “solución patriótica” ante los apagones. Hoy, esa práctica se ha convertido en parte del día a día y es vista como normal, aunque representa un retroceso brutal en la calidad de vida.
Mientras la propaganda acusa al pueblo de “depredar la flora”, lo que realmente se está depredando es la esperanza de un país. Una sociedad obligada a cocinar con leña no solo destruye sus bosques: erosiona su propio futuro.